Las mujeres de entre 40 y 55 años arrastran más secuelas tras infectarse de coronavirus

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Díaz es la coordinadora de la consulta de covid persistente del CHUO
Díaz es la coordinadora de la consulta de covid persistente del CHUO Miguel Villar

La consulta de covid persistente de Ourense atiende a más de 400 pacientes

14 feb 2022 . Actualizado a las 13:38 h.

Más de 50.000 ourensanos se han contagiado y han superado el coronavirus en estos casi dos años de pandemia. Algunos lo pasaron casi sin enterarse, otros estuvieron hospitalizados o incluso en la uci y lo recuerdan como un trago más amargo y hay otros 400 que todavía sufren las secuelas, de las que son tratados en la consulta de covid persistente. Son aquellos que dos meses después de pasar el pico de la infección siguen arrastrando hasta una lista de 50 síntomas diferentes, siendo la fatiga que limita el día a día y el dolor de cabeza los comunes a quienes padecen lo que se ha llamado covid persistente. También es habitual que los afectados refieran alteraciones cognitivas como pérdida de memoria o dificultad para mantener la concentración y una sensación constante de tener una palabra en la punta de lengua que no acaba de salir. Es una enfermedad «de la que seguimos sin saber mucho, pero ahora al menos la Organización Mundial de la Salud la ha definido», explica Loli Díaz, médica de la unidad de Enfermedades Infecciosas del CHUO y coordinadora de la consulta de covid persistente, que atiende a todos los pacientes de la provincia.

Es una dolencia que se diagnostica por eliminación, al descartar otras causas. Por ejemplo, si alguien está fatigado se hacen análisis para determinar si sufre anemia, que podría explicar ese síntoma. Si finalmente se descarta y el paciente sufrió el virus dos meses antes, se diagnostica covid persistente. Eso es lo que explique el hecho de que la mayoría de los pacientes lleguen a la consulta derivados por su médico de cabecera, aunque también pueden ser derivados desde Urgencias o desde otro servicio especializado. Además, también revisan a todos los que fueron ingresados con covid que sufrían neumonía.

El perfil más común del paciente es el de una mujer de entre 40 y 55 años. Suponen entre el 60 y el 70 % del total. Gente laboralmente activa con un nivel intelectual medio-alto que de repente ve limitada su actividad laboral, relata Díaz. La mayoría de ellas, además, no precisaron ingreso cuando pasaron la infección.

Sobre las causas todavía no se conoce demasiado, aunque se barajan dos: «Una es que persiste una parte del virus en el organismo y afecta a un órgano en concreto; y otra sería porque la respuesta del cuerpo al organismo es muy exagerada y hace que se perpetúe», explica la especialista en enfermedades infecciosas. El porqué afecta más a mujeres que a hombres es otra de las incógnitas que rodean al covid persistente. Pero sucede así, tal y como evidencian las estadísticas, aunque un estudio reciente indica que también tiene una incidencia importante entre los mayores de 65 años, «pero en estos casos influye también la edad», dice Díaz. A este grupo podría afectarles en el desarrollo más precoz de una demencia y en el desarrollo de problemas respiratorios.

No siempre tiene que manifestarse el mismo síntoma, ni son constantes. «Los pacientes tiene brotes, que igual pasan 15 días bien y después están mal», añade la médica. Y ahí aparecen de repente episodios de diarrea, ataques de tos, dificultades respiratorias o náuseas. «Como el covid agudo puede afectar a muchos órganos, las secuelas también pueden ser muy diversas», explica Díaz.

Mayor incidencia en los contagiados en las dos primeras olas

Más del 50 % de los pacientes que acuden a la consulta que coordina Loli Díaz se infectaron en la primera ola. El resto son de las posteriores, aunque cada vez el porcentaje es menor. «Está demostrado que la vacuna disminuye la progresión del covid persistente», explica la especialista. Los que arrastran más secuelas son los de la primera y la segunda olas. De la sexta todavía no hay datos porque es pronto, aunque «parece que no va a haber tantas secuelas con esta variante», resalta Díaz.

También hay muchas lagunas sobre cómo es su evolución, pero Díaz sostiene que los pacientes no deben perder la esperanza. «Hay mucha gente a la que damos el alta», remarca. Dice que lo más habitual es que los síntomas empiecen a mejorar pasados seis u ocho meses, hasta acabar por desaparecer totalmente. Muchos pueden reincorporarse a su puesto de trabajo, lo que redunda también en su estado anímico. «Les ayuda volver a sentirse útiles», razona la especialista, aunque eso depende mucho también del tipo de trabajo e incluso de la empresa o los compañeros. Aún así, reconoce también que 3 de cada 10 no se recuperan en un año.

Quienes están en esta situación arrastran un gran desgaste psicológico, justificado en la necesidad de adaptarse a la nueva situación. «No son capaces de hacer la vida de antes y para ellos es difícil asumir que se han convertido en una persona enferma», dice, sobre todo al tratarse de gente con una vida activa que de repente se ve limitada. «Es malo de llevar ver que haces la cama y ya no puedes más», resume Díaz. Y a eso se suma que el médico tampoco puede recetarle un fármaco que cure la situación. «Lo que tenemos son medidas de rehabilitación y tratar de que el paciente se conozca para no llegar al límite de su capacidad». Por eso las consultas de covid persistente suelen ser muy largas e incluyen a varios servicios, fundamentalmente Rehabilitación, Psicología, Psiquiatría y Neurología, y en casos puntuales también Cardiología y Digestivo.

El incierto futuro laboral de los covid persistente al cumplir dos años de baja

El 8 de marzo del 2020 se detectó en la provincia de Ourense el primer caso de coronavirus. Aquel mismo mes se contagiaron 590 personas. Isabel Quintana y Laura Martínez fueron dos de ellas, aunque con un desarrollo inicial de la enfermedad muy distinto. Laura estuvo varias semanas ingresada en el CHUO —primero en la uci y después en planta— tras haber pasado por el Hospital Comarcal de Valdeorras. Isabel pasó la infección en casa, sin apenas síntomas inicialmente y, aunque luego aparecieron, nunca precisó hospitalización. Parecen dos casos opuestos, pero casi dos años después sus relatos son similares. La infección les dejó una larga lista de secuelas que ambas relatan casi en el mismo orden. Tienen lo que se ha dado en llamar covid persistente, del que todavía no se sabe cómo evoluciona.

Lo que sí tienen claras ambas es que todavía están muy lejos de ser las mujeres que eran en febrero del 2020. Dolores musculares y de cabeza, fatiga, pérdida de memoria, incapacidad para aprender cosas nuevas... Un reguero de secuelas que hacen que su día a día sea una batalla, a la que ahora se suma la incertidumbre de no saber qué será de su futuro laboral y económico. Ambas siguen de baja y están a punto de cumplir los dos años que el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) fija para decidir si un trabajador debe incorporarse a su puesto o se declara su incapacidad, que puede ser total —lo que significa que no puede seguir ejerciendo su profesión habitual, pero sí podría desempeñar otras— o absoluta —que determina que no puede trabajar en nada—. Ambas tuvieron una primera revisión con el INSS al cumplirse el año y medio de su baja laboral, y a las dos se le aplazó la decisión final otros seis meses.

Isabel Quintana tiene covid persistente
Isabel Quintana tiene covid persistente MIGUEL VILLAR

Isabel Quintana, enfermera: «Como vou coidar doutras persoas se non podo nin coidar de min?»

«Non quero a incapacidade porque significa que xa non valgo para traballar, e teño 45 anos; pero eu traballo con persoas, e como vou coidar dos demais se non podo nin coidar de min mesma?», dice Isabel Quintana, que va al fisioterapeuta y al logopeda además de al psicólogo para hacer frente a las secuelas del covid persistente. «Hai días que non me doe moito, pero se non me chega a enerxía, pouco podo facer. E se me doe moito, por moi fresca que me levante...», explica. Recuerda que antes de contagiarse trabajaba como enfermera en el CHUO, formaba parte del equipo de la unidad de innovación, tenía varios proyectos abiertos, acompañaba en sus estudios y actividades a sus dos hijas adolescentes y disfrutaba viajando con su marido. «O que antes facía cunha man require agora de toda a miña enerxía e a veces non chego», resume. Y se refiere únicamente a su vida personal, porque la laboral sigue parada.

Cómo el covid persistente está influyendo anímicamente en su estado, lo resume con una frase: «Eu morrer non quero, pero desaparecer unha temporada...». Cree que la espera para su cita con el INSS no le está ayudando a encontrarse mejor, aunque no pierde la sonrisa. «Rir é unha ferramenta para seguir adiante», dice. Sobre su mejoría, cuenta que lleva unos seis meses estancada. «O primeiro ano fun mellorando, moi amodo, pero relativamente ía cara adiante. Agora non, ando en picos, pero non noto avances», relata.

Laura Martínez tiene covid persistente
Laura Martínez tiene covid persistente MIGUEL VILLAR

Laura Martínez, teleoperadora: «Hay gente que piensa que es la enfermedad de los vagos»

En una situación similar está Laura Martínez, que en el 2020 pasó 21 días en la uci debido al coronavirus. Todavía en planta se empeñó en seguir preparando su boda, prevista para aquel mismo año. Y aunque no fue como la habían planeado —con una importante reducción del número de invitados y arrastrando las secuelas de la enfermedad—, ella y Jairo pudieron casarse. Ya está más en forma que aquel septiembre, pero todavía está lejos de ser la mujer activa que era antes del covid.

«Si camino dos kilómetros, necesito tres días para recuperarme. Si bajo a la compra a por cuatro o cinco cosas que no pesen mucho al volver tengo que estar dos horas sentadas porque el cuerpo no me responde. Si friego el suelo no puedo pasar el polvo», relata como actos del día a día que suponen todo un reto. Y no es solo que pierda energía según pasa el día, es que sigue teniendo dolores de espalda y cabeza a diario, a los que se suman la falta de concentración y los olvidos. «Yo era un libro de repostería con patas y ahora para hacer un bizcocho básico tengo que mirar la receta. Si leo un libro a la cuarta página ya no sé qué decían las otras tres», relata.

Laura trabajaba como teleoperadora, pero no ha podido reincorporarse. Y ahora tiene la angustia de saber que en breve será citada por el INSS. Ya tuvo una revisión en agosto. «Me dijeron que me iban a dar el alta, que podía teletrabajar. Pero, ¿cómo? Si no puedo estar seis horas sentada porque la espalda me quedó fatal por la pérdida de masa muscular. Y tengo jaquecas», relata. Además, añade: «Tendría que llevar toda las claves del ordenador apuntadas, porque no las recuerdo, y necesitaría a un informático todo el día a mi lado, porque la estaría liando continuamente».

Le dieron una «demora en la declaración de la incapacidad», recuerda. Tenía la esperanza, relata, de que se fuese estabilizando su analítica en este tiempo y su estado mejorase, pero no ha pasado ninguna de las dos cosas. Por eso teme la cita con el INSS. «Necesitamos que nos den esa relajación de que no presionen para que volvamos a trabajar», dice Laura. Y continúa: «Tengo 35 años, claro que me encantaría poder trabajar. ¡Pero es que no puedo!». Tiene claro que si la obligan a reincorporarse, acabará teniendo problemas, «porque alguien que no puede hacer sus tareas, no lo van a mantener en una empresa».

Cree la teleoperadora que hay cierto estigma social con la enfermedad. «La sociedad no acaba de creérselo, hay mucha gente que piensa que es la enfermedad de los vagos», relata. Y remata: «Nadie quiere estar enfermo y nosotros no elegimos ser covid persistente, pero lo somos».