Cristina Pascual, enferma de cáncer: «Pasé de estar desahuciada a vivir»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

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Cristina Pascual fue diagnosticada en el 2017 de un cáncer de útero en estadio IV
Cristina Pascual fue diagnosticada en el 2017 de un cáncer de útero en estadio IV PACO RODRÍGUEZ

La ourensana Cristina Pascual lleva cinco años a tratamiento contra un tumor

04 feb 2022 . Actualizado a las 16:16 h.

El 6 de octubre del 2017 Cristina Pascual apuraba sus últimos días de vacaciones en Ourense antes de regresar a Chile, el país en el que la actriz —entonces reconvertida en gestora cultural en la fundación de un banco— llevaba siete años residiendo. Tenía 43 años. Aquel día, de repente, comenzó a sangrar, así que acabó en Urgencias del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense, desde donde la llevaron al quirófano. «Me desangraba», relata. Durante la cirugía los médicos encontraron «un tumor extendido que cogía una arteria» y estaba causando el sangrado. Todavía recuperándose de la intervención, Pascual tuvo que enfrentarse al diagnóstico: un cáncer de útero en estadio IV. Para quien no esté muy familiarizado con la terminología asociada al cáncer, «era malo malísimo», dice.

Antes de comenzar con el tratamiento de quimioterapia, quiso poner sus cosas en orden. «Tuve que deshacer mi casa en Santiago de Chile desde aquí. Yo tenía un trabajo, una pareja, dos gatos... Me tenía que enfrentar a mi nueva vida, porque el cáncer la cambia de manera radical», relata. Tenía que ordenar su vida, y también su cabeza. Y ahí fue fundamental el apoyo de la Asociación Española Contra el Cáncer.

Cristina habla de la psicooncóloga de la AECC como un pilar fundamental en su vida desde entonces. «Necesitaba ayuda psicológica, y es el mejor sitio en el que puedes estar y la persona que mejor te puede entender. Porque tu cuerpo está reaccionando ante un tumor, pero también afecta a tu cabeza y tu ánimo. Y no es fácil», reconoce. No solo ella, también su actual pareja —que había sido su primer novio de juventud y con quien se reencontró siendo ya paciente oncológica— recurrió al servicio, «porque había cosas que no entendía y que yo tampoco podía explicarle», relata.

Otro de sus pilares es Rula, una galga a la que adoptó cuando estaba con el primer tratamiento de quimioterapia. «Necesitaba una rutina que me obligase a salir de casa y con la perra la encontré. Al principio fue difícil, porque mi cuerpo estaba debilitado, pero lo conseguí», dice.

Tras varios tratamientos, el año pasado a Pascual le habló su oncólogo de comenzar un nuevo ciclo de quimioterapia, que ella rechazó porque su cuerpo estaba muy débil y creía que solo conseguiría castigarlo más. Se puso a investigar y supo de un ensayo clínico con inmunoterapia en desarrollo en Madrid. Lo habló con su médico y doce meses después (el tratamiento es de dos años), «no tengo una célula cancerígena en el cuerpo», según la última analítica.

Sin muchas esperanzas, buscó un ensayo clínico

«Pasé de estar desahuciada a vivir», asegura Cristina. Había pasado por quimio, radio y braquiterapia sin conseguir dejar el cáncer fuera de su vida. Ahora se ve en el camino de conseguirlo. «Buscar el ensayo clínico corrió de mi cuenta, de mi propia necesidad de sobrevivir», señala. Por eso anima a los enfermos como ella a seguir luchando. «El médico tiene la primera y la última palabra, pero si yo no hubiera buscado, igual no estaríamos hablando», dice con entereza. Y añade: «Hay muchos ensayos en marcha y están abiertos a recibir a aquellos que no tienen un horizonte». Ella es clara: «Mientras exista una posibilidad, hay que mantener la esperanza».

En el Día Mundial contra el Cáncer, Pascual reclama más investigación. «Falta inversión», denuncia. Reivindica fondos, pero también cree que es el momento de cambiar el enfoque social. «Necesitamos que se normalice el uso de la palabra cáncer, que parece que está demonizada. La gente la relaciona con la muerte, pero es que la muerte está ahí para todos», dice. No es un tema menor, asegura la paciente oncológica, que defiende que todo enfermo lo primero que tiene que hacer es enfrentarse al propio diagnóstico y asumirlo.

A pesar de todo, la ourensana cree que tuvo suerte aquel 6 de octubre. Si hubiese sangrado apenas tres días más tarde, la pillaría en Santiago de Chile. «Con el sistema sanitario que hay, si me pasa allí ahora mismo estaría arruinada», relata. Aquí tampoco fueron fáciles las cosas, porque hay gastos asociados a la enfermedad que no cubre la Seguridad Social —y de nuevo cita a la AECC, donde la informaron de las ayudas públicas—, pero aún así nada tiene que ver con la situación del país andino.