«Eran muros de 2 metros de altura de media y 70 centímetros de ancho coronados con grandes losas para impedir su escalada, la entrada era a través de una puerta de reducido tamaño para garantizar su infranqueabilidad, o a través de una escalera de madera que se guardaba en las proximidades», explica Rodríguez sobre estas construcciones, que también se denominan albares, abellarizas, cortizeiras, colmear, talameiro o cortines, dependiendo del territorio donde se encuentren.