Alfredo Diéguez: «Hai trinta anos había xuízos o día de Noiteboa; chegaba xusto para cear»

Marta Vázquez Fernández
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Santi M. Amil

Funcionario de la Audiencia Provincial, recuerda que llegó a Ourense desde A Mezquita con catorce años y su vida experimentó un vuelco

05 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De su infancia en Chaguazoso recuerda la sensación de libertad, la alegría. Se escapaba de casa para irse con amigos que salían con el ganado y pasaba la tarde en el monte, hasta que su madre iba a buscarlo. «Era bastante gamberro», recuerda para este reportaje Alfredo Diéguez Laranjo, que aunque algo aficionado a escabullirse de su hogar, era también buen estudiante. Por eso después de estar tres años en la escuela unitaria de su aldea y algunos más en el recién inaugurado grupo escolar de A Mezquita, al cumplir 14 sus padres decidieron que era hora de enviarlo a Ourense a seguir formándose.

Era 1977 y comenzaba una nueva etapa para aquel niño, al que se le abrieron las puertas de un mundo hasta entonces desconocido. «En Ourense aprendín que había outros tipos de música que non eran rancheiras. Coñecín o rock e o folk polos compañeiros; iamos a concertos no pavillón dos Remedios de grupos como Gwendal; foi unha época especial», asegura. Interno en el colegio Salesianos, guarda gratos recuerdos de sus compañeros, pero también de los docentes. «Era un ambiente non tan estrito como se puidera pensar; a maioría dos profesores non era curas, e xa algún docente falaba do nacionalismo galego», cuenta, destacando además cómo calaron en él los valores morales que le transmitieron, aunque con los religiosos no hubo tanta suerte. «O lema dos salesianos era formar bos cristiáns e honrados cidadáns; o primeiro, comigo non funcionou, pero a segunda premisa, penso que case a conseguiron», ríe.

Completados los estudios, Alfredo se presentó a la selectividad y aprobó. Había que tomar decisiones. «Non tiña nada claro o que quería facer, non me apetecía moito marchar para Santiago porque parecíame un gasto para a familia», cuenta. Al final, se inclinó por Magisterio, porque la podía hacer en Ourense, pero también por otra razón. «A miña avoa era mestra, tiña una escola unitaria de nenas nunha habitación da miña casa, na que eu aínda durmo ás veces, e pensei que sería bonito continuar con esa tradición, aínda que non tiña espírito docente». Y lo cierto es que la docencia apenas la probó, más allá de dar unas clases particulares en verano para «gañar algúns cartos para as festas».

Opositó para agente judicial y tras un primer destino en Viana do Bolo, donde «eramos tres: o xuíz, o secretario e máis eu», logró plaza en la Audiencia provincial de Ourense en 1988. Habían pasado diez años desde su llegada a la ciudad de As Burgas y, casualidades de la vida, empezaba a trabajar a solo unos metros del colegio que había sido su hogar tiempo atrás. Entonces, el día a día judicial era intenso. «Era un traballo moi duro. Aínda non se crearan os xulgados do penal e todos os xuízos que hoxe van a esas instancias, celebrábanse antes na Audiencia, tiñamos sinalamentos de luns a venres que se prolongaban case sempre polas tardes», recuerda el profesional, que guarda especial cariño de juristas como Miguel Ángel Cadenas, Daniel García Ramos o Abelardo de la Torre. «Hai trinta anos tamén se traballaba o día da Noiteboa; recordo dunha vez que acabamos pola tarde e collín o meu camiño para ir á estación do Empalme e subir a aquel tren que ía para Puebla de Sanabria, e me levaba á estación de Vilavella; cheguei xusto para cear», rememora.

Le vienen a la cabeza momentos tristes de aquellos años, como cuando vio en una causa judicial fotos de un antiguo compañero que había muerto de sobredosis. «Foron tempos de moito consumo de drogas», explica. Para citar a acusados o testigos difíciles de localizar, se recurría a lo que hiciera falta. «Recordo acompañar aos policías que saían de patrulla, porque a certa xente localizábala en sitios de ocio nocturno, nos viños ou nos pubs», cuenta.

Del primer juicio con jurado a los años dorados del voto exterior, que en alguna ocasión llegó a suscitar treinta mil papeletas que había que recontar, son muchas las anécdotas que atesora Alfredo Diéguez, uno de los más veteranos de una Audiencia hoy muy distinta a la de aquellos años. «Para min o presente sempre é mellor que o pasado», asegura mientras admite que su familia y su trabajo constituyen «os meus tesouros».

 

Los secretos del archivo: de un cajón con armas al caso del metílico

A Alfredo siempre le gustó indagar en el pasado, así que conocer los secretos del archivo judicial del palacio de justicia fue todo un descubrimiento. «Un día rebuscando nas dependencias, que entón parecían escombreiras, atopei o sumario do caso do metílico, do que eu ouvira falar na tenda do meu pai cando tiña catro anos», recuerda. Casualidades de la vida, aquel asunto era del año en el que había nacido él, así que se sumergió en sus páginas para conocer el recorrido legal de aquel envenenamiento masivo que provocó decenas de muertes en la década de los 60 en la provincia de Ourense. Pero hubo más sorpresas en sus incursiones a los sótanos: «O primeiro día que baixei encontrei un caixón cheo de armas», rememora, explicando su sorpresa al ver cetmes y pistolas que formaban parte del sumario del caso de un párroco que amenazaba a sus feligreses. «Alí estaban esperando a que se tomara a decisión de que se facía con elas», cuenta.

¿Quién es?

DNI. Nació en Chaguazoso (A Mezquita) en el año 1963. Estudió la carrera de Magisterio en la Escuela Universitaria de Formación de Profesorado de EGB, en Ourense. Al terminar opositó para agente de la Administración de Justicia.

Su rincón. Los jardines de Don Bosco, en la capital. «Recordo os anos nos que esperaba tumbado na herba do parque a que empezaran as clases no colexio; esta praza é unha zona crucial na miña vida».