Enrique Trigueros, superior de Oseira: «La sociedad está deshumanizada y necesita una recuperación moral»

xosé manoel rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Los peregrinos y turistas vuelven a Oseira tras las restricciones sanitarias

24 oct 2021 . Actualizado a las 20:13 h.

Desde la tranquilidad, el resguardo y el silencio que reina entre la mole del monasterio cisterciense de Oseira su superior no necesita reflexionar para describir una realidad que considera la causante de un escenario común que va mucho más allá de la falta de vocaciones o el declive de las órdenes religiosas. Para Enrique Trigueros Castillo (Barcelona, 1941) es evidente que se ha llegado a una situación de desmoronamiento social más que palpable y ostensible, donde el origen y la clave de dicha realidad estriba en la pérdida de los valores cristianos, la deshumanización y la falta de ética que se constata en el día a día. La comunidad perdía hace días a uno de sus monjes históricos, el padre Plácido González, y se cumplían los 92 años desde el regreso de los cistercienses a las estribaciones de la Serra Martiñá. Un pequeño grupo de monjes franceses llegaba el 15 de octubre de 1929 a Oseira. Superada la desamortización y la rapiña, ruinas, abandono, frío y falta de recursos fue lo que se encontraron.

—¿El mantenimiento del conjunto monumental ocupa mucho tiempo?

—No, nosotros nos dedicamos a la vida monástica. En principio no se precisan obras de mantenimiento en el día a día, sí otro tipo de intervenciones, y la oración y el trabajo cotidiano de cada uno ocupan nuestra jornada.

—¿Queda algún proyecto pendiente o tras las obras dirigidas por César Portela se atendieron todas las necesidades?

—En Oseira siempre hay tareas que acometer. En 1966 fue cuando se iniciaron en firme los trabajos de restauración y el padre José María Vázquez se dejó la vida en el empeño. En la actualidad nuestro problema son los tejados, hay goteras por todas partes porque en algunas zonas no se ha hecho nada desde los años 70.

—¿El ‘Ora et labora’ sigue siendo la máxima en estos tiempos?

—Antes, ahora y siempre. La oración y el trabajo son nuestra vida, que es una vida de pobreza. Nos levantamos a las 4 o 4.15 y a las 4.30 ya estamos orando. Trabajamos unas cinco o seis horas al día en lo que nos corresponde -la huerta, la fábrica de licor, la elaboración de pastas u otros cometidos- y limpiamos el monasterio, las celdas y cualquier otro trabajo que sea necesario.

—¿Cuántos monjes hay en Oseira?

—En la actualidad la comunidad está formada por once miembros.

—¿Hay demanda para entrar?

—Los tiempos que corren no son propicios. Todo se va quedando abandonado, mire cómo está el pueblo, y para entrar aquí hay que tener muy claro lo que quieres, a dónde vas y, ante todo, sentir la vocación. El resto no vale de nada. Y, por encima de todo eso, está la situación de conjunto: la sociedad está deshumanizada y tiene que haber una recuperación moral. Estamos viendo como en el día a día todo vale, no hay ética de ningún tipo, se roba... la sociedad tiene que regresar a las raíces cristinas para recuperar la normalidad y la cordura. Ahora están volviendo los hijos de aquellos que en los años 70 se fueron de la iglesia católica.

—¿El Xacobeo está tirando del turismo?

—Estamos experimentando un repunte. En el último año pasaron entre 8.000 y 10.000 personas por aquí. En todo caso no es algo que nosotros gestionemos, lo hacen los guías que realizan las visitas al monasterio. Nosotros ya bastante tenemos con nuestras responsabilidades diarias.

—Cuentan con página web y tienda virtual. ¿Qué es lo más vendido?

—Lo que más nos piden son los productos que elaboramos aquí, principalmente los licores y las pastas. Es cierto que este apartado ha experimentado un incremento en la demanda, debido a estar cerrados por la pandemia.

Inicio en San Isidro de Dueñas y estancia en Michoacán

Agua, niebla, ropa de abrigo y hojas campando en la estrecha carretera que lleva a Oseira. Otoño. Algunos peregrinos cubren la ruta a Compostela y en el pueblo las casas aún no se han despertado. El día se vistió de desapacible y ni personas ni animales se dejan ver por el entorno; coches y un autobús turístico son los extraños en la foto fija de este núcleo de población de Cea que se ha ido quedando sin bares -desde hace años los tres que había permanecen cerrados, mientras la esperanza llegó en el 2020 con el proyecto A casiña da avoa- y sin el Museo Etnográfico Olimpio Liste, cubierto también por el silencio desde tiempo atrás.

Enrique Trigueros tira de experiencias acumuladas para acotar posibles malentendidos: «No soy catalán, como se ha dicho en algún momento, porque no tengo vinculación con esa tierra. Nací en Barcelona por circunstancias familiares, mi padre trabajaba en el Banco Exterior de Crédito y estuvimos allí poco tiempo, como después en Madrid o en Antequera. De ser algo, soy andaluz».

—¿Cuántos años lleva como superior?

—En Oseira tres años, pero ya hace tiempo que asumí esa responsabilidad en otros lugares.

—¿Por dónde pasó antes de llegar a este monasterio?

—Por varios sitios. Estuve en Dueñas, me fui a México a poner en marcha el monasterio de Jacona (Michoacán), después a Córdoba, luego regresé a Dueñas... y para aquí me mandaron.

—¿La presencia en Internet no despierta el interés sobre Oseira?

—Es cierto que hay que estar ahí, en Internet me refiero, pero para fomentar las vocaciones no sirve. Es difícil guiar a alguien en ese proceso en la distancia, tiene que ser en persona. Y aunque es cierto que hay consultas, cuando empiezas a hablar con la gente descubres que son personas que han estado a tratamiento por algunos problemas, también gente de una cierta edad que cree haber encontrado su vocación... eso no va a ningún lado porque un monasterio cisterciense no es una clínica de reposo ni un geriátrico para atender a mayores.

—¿Cuándo sintió la vocación?

—Entré en el monasterio de San Isidro de Dueñas en el año 1964, con 23 años. Ya no era ningún chiquillo.

—Hay referencias en la página a las facetas creativas de algunos monjes. ¿En su caso también se da esa circunstancia?

—No. Mi trabajo como superior, y lo que conlleva, me ocupa todo el tiempo. Antes de serlo estuve de bibliotecario. Me licencié en teología espiritual y los padres de la iglesia son mi verdadero interés.

«El albergue lo hacen responsables de Patrimonio y eso nos da garantía y tranquilidad»

El monasterio cisterciense de Oseira es el lugar de referencia obligada en lo que respecta a la vida monacal en Galicia. En la comunidad religiosa de San Cristovo de Cea conviven monjes con edades comprendidas «entre algo más de la treintena y los 80 años que tengo yo. Hay gente joven, muy bien formada, y los que somos mayores», señala Trigueros.

—¿La relación con las administraciones cómo es?

—Buena. No tenemos queja, nosotros les trasladamos nuestras necesidades y suelen apoyar las demandas. Ahora necesitamos ayuda para arreglar los tejados y se lo dije a Baltar en dos o tres ocasiones, la última cuando vino aquí a abrir la campaña. Me contestó que lo que hiciese falta, aunque los políticos ya se sabe cómo son y yo le recordé aquello de que prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.

—El nuevo albergue ha sido objeto de desencuentro. ¿Cuál es su postura?

—Yo lo veo bien, de hecho fui la persona que firmó el convenio para su realización por parte de la Xunta. El proyecto es suyo y el albergue lo hacen los responsables de Patrimonio y Bellas Artes de aquí y eso nos da garantía y tranquilidad. Toda la del mundo. ¿Ha habido críticas? Sí, pero son interesadas y de los tres o cuatro de siempre.

—¿Y el antiguo?

—No funciona. Se arregló en su día pero la Xunta dijo que no se podía usar por la humedad y no contar con la ventilación necesaria. De ahí el nuevo albergue.

—Se han generado conflictos por las inmatriculaciones de la Iglesia. ¿De quién es Oseira?

—De la Diócesis de Ourense. Lo ha sido siempre. Tras la desamortización se asignó de nuevo a sus propietarios y la titularidad es de la diócesis.