El lobo del COB quiere ser chef

Luis Manuel Rodríguez González
luis m. rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Miguel Villar

Javier Bolaño le dijo adiós a la mascota que encarnó durante cuatro años en Ourense

16 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Javier Bolaño Carrera (Ourense, 1997) ha vivido entre dos pasiones durante los últimos años, la cocina y el baloncesto. Y no es de los que pasa de puntillas por el terreno que pisa, más bien se emplea a fondo.

Lo de las artes culinarias, es ya su profesión: «Me viene de niño, siempre quise ser cocinero. Si mi abuela estaba recogiendo berzas o pimientos, lo que sobraba me lo llevaba yo y apuntaba en una libreta todo lo que iba aprendiendo. La miraba a ella en la cocina y, cuando llegó el momento, me matriculé en Vilamarín en Dirección de Cocina». Preguntado por lo que implican esos estudios, el joven ourensano se lanza vehemente a por su objetivo: «Se trata de ir más allá de cocinar, es la forma de llegar a ser chef, es lo que siempre he querido, dirigir mi propio restaurante».

De momento, Javier afronta sus primeras experiencias laborales, pero con la mente centrada en seguir aprendiendo y fraguando poco a poco los detalles de su sueño. Un cometido que durante varias temporadas alternó con su frenético y emotivo papel en el Pazo Paco Paz.

«Soy socio del COB desde 2010, era un niño. Cuando aún estaba cursando el bachillerato, coincidí un día con Antonio Gavilanes -que era el presidente-, en las oficinas del club, junto a Charo y Santi. Me comentaron que estaban buscando gente para meterse en el disfraz de la mascota y yo me ofrecí a probarlo», explica el propio Bolaño, que rápidamente le dio consistencia a una etapa de cuatro años: «Aquello me gustó mucho. Correr y saltar, jugar con los niños. Aunque no me veían la cara, siempre sonreía cuando estaba dentro y, además, veía el partido desde posiciones privilegiadas, lo pasé realmente bien».

El nuevo lobo comenzó alternando su rol de animador empedernido con un compañero, pero al poco tiempo, se convirtió en actor solitario: «Pronto comencé a hacer yo muchos más partidos y se dio la anécdota de que el año que conseguimos el ascenso, por lo que sea, las pocas derrotas del equipo llegaron con el otro chico».

Gonzalo García de Vitoria, técnico intuitivo y también de los que valoraba sobre manera el ambiente del Pazo se convirtió en valedor de Javier: «El entrenador me lo dijo directamente en la serie contra el Breogán, quería que yo estuviera en la cancha y, ya con el ascenso en el bolsillo, me comentó que me había convertido en un talismán. Sé que los que juegan son ellos, pero lo disfruté como nadie. En el último partido, avisé a todos de que, si ganábamos por diferencia, me quitaría el disfraz y lo celebraría con todo el Pazo. Cuando aún faltaban dos minutos, ya estaba dando saltos». Entre fogones, sigue pensando en canastas.

«El día del ascenso llegué a beberme seis litros de agua»

Aunque ya había dejado el disfraz del cánido hace algún tiempo, Bolaño Carrera volvió a vestirlo hace apenas unos días, para escenificar el relevo de una nueva mascota, más acorde a los tiempos: «Grabamos un vídeo, para dar cuenta de la jubilación del viejo y la llegada del nuevo lobo. Incluso llevamos una muleta para que se viera más claramente que estaba de retirada. La verdad es que el antiguo disfraz ya necesitaba un recambio. Incluso llegué a llevármelo a casa y mi abuela lo remendó en un par de ocasiones, porque estaba muy usado».

Los ojos de Javier se tornan brillantes, al referirse a ese alter ego de material poco transpirable, con el que cubrió su propio cuerpo durante jornadas deportivas del más alto clímax competitivo: «El día del ascenso llegué a beberme seis litros de agua, fui a la pista mucho antes del inicio del partido y, aunque era 2 de junio, ese día la temperatura fue la más alta que recuerdo». Parecía lógico que lo reconocieran en el seno del club como el verdadero lobo y, de hecho, le ofrecieron enfundarse el nuevo disfraz.

«Pedro Fernández, que acaba de llegar con el Grupo Hereda, me preguntó si quería continuar como mascota, pero ya con el trabajo, me resulta complicado, aunque siempre pido que me dejen libres las horas de los partidos del COB. Seguiré animando desde la grada y en el club me conocen, saben que seré de los primeros en hacerme oír para empujar al equipo, pero ahora le toca a otros chicos jóvenes disfrutar de mi experiencia». Siempre mirará al lobo con cierto deje de nostalgia. Inolvidable.