Maximino Zumalave: «Debemos volver a dar un uso cultural a los monasterios»

OURENSE

Zumalave estará al frente de la Real Filharmonía de Galicia este viernes en el claustro del mosteiro de San Salvador, en Celanova
Zumalave estará al frente de la Real Filharmonía de Galicia este viernes en el claustro del mosteiro de San Salvador, en Celanova XOÁN A. SOLER

La Real Filharmonía de Galicia estará este viernes en Celanova, en el festival Hércules Brass

05 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El festival Hércules Brass provocará que este viernes, a las 20.45 horas, el mosteiro de San Salvador de Celanova se vuelva a llenar de música, y en este caso, una muy especial, la de la Real Filharmonía de Galicia. La orquesta compostelana contará con la colaboración del tubista portugués Sergio Carolino y estará dirigida por el maestro —y también uno de sus impulsores— Maximino Zumalave.

—¿Qué le parece un festival de viento-metal como el Hércules Brass?

—Es un buen reflejo del gran cambio musical que se produjo en Galicia en los últimos años. Hoy hay músicos de entre veinte y cuarenta años con una formación extraordinaria, y en concreto de viento-metal hay instrumentistas en las mejores orquestas del mundo. Además, que todo sea en una villa de la trascendencia cultural y arquitectónica de Celanova es algo para estar muy contentos y orgullosos.

—¿Y tocar en un marco como el del mosteiro de San Salvador?

—El sitio es maravilloso. Yo tuve la fortuna de haber hecho otros conciertos en Celanova. A mi un monasterio me sugiere muchísimas cosas, sobre todo religiosidad, pero no solo religiosidad. En la edad media en Galicia se desarrollaron muchas cosas del mundo de la agricultura, de las bibliotecas, y de organización social alrededor de los monasterios. Hoy hay que darles también una utilidad, no solo en los aspectos religioso. Debemos volver a dar un uso cultural a los monasterios. Celanova es un ejemplo. Además, esa iglesia tan bonita con el coro en el centro de la nave, cosa que en otros templos como la catedral de Santiago ha desaparecido. Vamos con la orquesta a un entorno artístico y cultural muy importante. Yo hace días que estudio el programa que vamos a interpretar y en mi imaginación está el llenar de música todo ese lugar.

—¿Qué me puede contar del repertorio?

—Es un repertorio adecuado a la Real Filharmonía, cuyo formato es ideal para tocar la primera sinfonía de Beethoven. Antes tocaremos una obra de Johann Sebastian Bach. Y bueno, a parte de que Bach es muy grande y no es una cosa que sea necesario explicar esto, esta obra tiene tres trompetas y pensé que sería una buena aportación para un festival dedicado al viento-metal. Y aprovechando que está el excelente tubista Sergio Carolino, portugués, irmán noso, vamos a tocar una obra contemporánea de un compositor de Madeira. Es una obra que contrasta mucho con lo que significan el barroco de Bach o el final del clasicismo de Beethoven. Es una obra de contraste con reminiscencias a jazz y ritmos más modernos. Ese es el programa. Una obra de Bach, una de Beethoven y enmarcando las dos una obra contemporánea.

—No es muy común que una tuba sea solista en un concierto así, ¿no?

—No, de hecho no hay un gran repertorio consolidado para tuba y orquesta como sí lo hay para piano, violoncello, trompeta o trompa. Yo de hecho solo había dirigido una obra de este tipo. Sin embargo, ayer me decía Sergio Carolino que ahora hay un montón de obras compuestas y quizá obras que surgieron a petición suya o que le dedicaron a él los compositores.

—¿Es una obra litúrgica la de Bach?

—No, es una obra festiva, instrumental, sin texto. Es una obra profana, con una obertura relativamente larga que digamos, casi ocupa la mitad de la obra, con una construcción contrapuntística muy elaborada, muy compleja, muy difícil de estudiar y hacer. Pero luego es música de danza, es una bourrée, una gavota y un minueto. Es música completamente festiva, porque Bach a parte de haber sido un gran músico de iglesia, también hacía música ligera, ligera de la época, ligera al nivel de Bach, que no es nada peyorativo. Creo que es una obra con mucha garra y espero que al público le guste mucho.

—Digamos que, en parte, será algo diferente a lo que suele ser un concierto de la Real Filharmonía

—Es un contraste muy grande. Creo que en la música, como en tantas cosas, hay que estar abierto a otras formas, y por lo menos probarlas e intentarlas. Sin perder luego nunca el sentido crítico, pero no cerrarse de entrada a otros repertorios. Esa es mi forma de verlo. Creo que en las disciplinas artísticas tenemos que ser abiertos, probar, y después hacer una reflexión seria autocrítica y objetiva de lo que hemos hecho.

—¿Cómo ve a la Real Filharmonía de Galicia después de ya 25 años?

—En Galicia necesitábamos orquestas profesionales. Un poco antes que nosotros nació la Orquesta Sinfónica de Galicia, una orquesta magnífica y de otro formato, de plantilla mayor, pensada para un repertorio sinfónico de gran formato. Y siendo la Real Filharmonía una orquesta para hacer un repertorio de formato medio... Esto es algo que, para los próximos 25 años, debemos aprovechar. La complementariedad que pueden tener dos orquestas de formato distinto, para que podamos aportar a Galicia, a toda Galicia incluido Ourense y Celanova, repertorios diferentes. 25 años están muy bien, se han aportado muchas cosas, se han encargado obras, se han estrenado obras. Creo que ahora hay que pensar en los 25 años siguientes. Ver cual es la tendencia y cual es el nivel de calidad. La orquesta está bien pero tiene que seguir subiendo, seguir desarrollándose y adquiriendo cada vez un compromiso mayor con la sociedad que al final es las dueña de la orquesta. Debemos tener cada vez mayor compromiso con toda Galicia.