En las grutas de Covas, en el concello ourensano de Rubiá, hay paredes que se remontan a los 470 millones de años

Pablo Varela
Periodista en La Voz de Carballo. Puedes contarme tu historia o sugerirme una a través de este mail: pablo.varela@lavoz.es

En Ourense, la única provincia de Galicia sin borde litoral, el mar también dejó su legado. Fue hace más de 400 millones de años, con la formación del macrocontinente Pangea. «Puede parecer anómalo imaginarse sedimentos marinos tan al interior del territorio, pero hay que ver cómo se formó el mundo en aquella época: se juntaron dos grandes continentes, Gondwana y Laurasia, entre los cuales estaba el océano Reico. Y de esa unión se formó Galicia», relata Juan Ramón Vidal Romaní, catedrático emérito de Geología de la Universidade de A Coruña.

En la aldea de Covas, situada en el concello de Rubiá, la huella de ese pasado está presente en las entrañas de los montes próximos. El parque natural de la Serra de Enciña de Lastra, todo un edén para los amantes de la espeleología por sus pendientes y cañones, integra una serie de grutas de roca calcárea que, en su momento, fueron arrecifes de coral. Ignacio de Rafael Ramos, bombero en la ciudad de As Burgas que llegó a realizar descensos en cavernas del Cáucaso, dio sus primeros pasos en Covas junto a su tío. «Aún tengo una colección de billetes de tren, amarillos por el paso del tiempo, de cuando íbamos desde la ciudad hasta el apeadero del pueblo. Fue el terreno de aprendizaje de muchos espeleólogos gallegos y leoneses»

Las calizas, no muy comunes en Galicia, sí están más presentes en la zona este de la comunidad, donde también hay franjas de pizarra y otras de cuarcita, entre más materiales. Lo cuenta Eduardo González, geólogo salmantino afincado en Ourense que vivió en la comarca de Valdeorras y la conoce al dedillo. «En este caso habría que remontarse a unos 470 millones de años atrás», estima. 

Esos antiguos arrecifes de coral, ahora calizas, se generaron por la acumulación de capas de miles de cadáveres, microorganismos y bivalvos que vivían en aguas poco profundas. «Hablamos de montones de años en esta dinámica. De procesos que son muy, muy lentos. Y también de que esos organismos eran muy diferentes, porque las especies también han ido cambiando», explica González. «Son rocas durísimas, pero se disuelven en agua fría», agrega. 

Actualmente, esas antiguas estructuras arrecifales son, en realidad, masas montañosas. Sin embargo, Vidal Romaní matiza que «no hablamos de arrecifes de coral como podemos entender los actuales, porque aquellos eran más primitivos». Según estima el catedrático, de fechas que oscilarían entre el período precámbrico y el cámbrico.

Parque Natural da Enciña da Lastra
Parque Natural da Enciña da Lastra Santi M. Amil

Las cuevas de Rubiá, un filón patrimonial

En mayo del año 2018, Eduardo González participó en el Geolodía de la Sociedad Geológica de España (SGE), con una ruta didáctica por Valdeorras donde se abordó, precisamente, la diversidad de materiales que hay en A Lastra. «Todos estos que vemos en la zona eran el corazón de una cordillera montañosa. Son materiales muy antiguos que tuvieron otros muchos por encima», apuntaba entonces.

Además, las cuarcitas duras que arrastra el río Sil desde la zona de Ponferrada también jugaron —y juegan— un papel en la forma que tienen actualmente las cuevas de Rubiá. Al llegar a esta zona de calizas, los cantos y bloques que viajan por el curso fluvial se cuelan a veces por los remolinos del río, penetrando y erosionando los materiales calcáreos, más blandos.

La sierra guarda, en definitiva, un inmenso patrimonio que a veces pasa desapercibido. En las paredes de grutas como la Cova do Rebolal, además de aquellos vestigios marinos, también se pueden ver arañazos y marcas dejadas por osos pardos, que según los investigadores podrían tener una antigüedad que oscilaría entre los 20.000 y más de 500.000 años.