En Ourense hemos importado de Lugo grandes juristas, investigadores o hasta políticos. Pero debemos reconocer que nuestra relación con los vecinos lucenses no es todo lo intensa que podría ser, teniendo en cuenta lo mucho que compartimos. Por ejemplo, cuando hablamos de turismo, parece que siempre buscamos visitantes en los mismos lugares y nos olvidamos de quienes más cerca están. Lo explicaba de forma muy ilustrativa el empresario Lisardo González en las páginas de este periódico: «Ourense e Lugo teñen moitísimas cousas en común e resulta que estamos de costas. Imos buscar aos madrileños para que nos veñan ás termas e esquecémonos dos nosos veciños».
González es el portavoz de la plataforma que reivindica la ejecución de la autovía A-56, planificada para unir las capitales de ambas provincias. Las constantes promesas incumplidas en relación a esta infraestructura simbolizan a la perfección el trato que los Gobiernos del Estado suelen dar al interior de Galicia. Y en esto da igual el color político, porque esa autovía lleva demorándose desde el año 2003 y no hace falta decir por La Moncloa han pasado varios inquilinos desde entonces.
Las inversiones de los últimos años en el AVE han dejado en un segundo plano los incumplimientos en relación a otras infraestructuras y a veces uno piensa que Jácome tiene razón cuando dice que el tren de alta velocidad solo llegará a Ourense porque es inevitable, porque queda de camino hacia Santiago y A Coruña. Pero esa marginación no puede ser combatida con resignación; eso seguro.