El Ministerio del Interior analiza desde el pasado día 4 de enero la documentación remitida por Gonzalo Pérez Jácome para regularizar la situación de su partido, que tenía sus cargos directivos y estatutos sin renovar desde su fundación en el año 2001. El alcalde se aferra a una marca que le aupó al cargo y que, de un modo un otro, pasará a la historia de la política ourensana. Pocos, como él, han logrado llegar a una gran alcaldía desde un partido independiente. Y no es de extrañar, por lo tanto, que Jácome quiera conservar las siglas de DO. «É o mellorciño que tivestes en tempo. Os outros deberían reflexionar sobre iso», me decía ayer con ironía una amiga muy avispada. No le falta razón porque el nacimiento y crecimiento de Democracia Ourensana se alimentó del compost que le brindó la progresiva putrefacción de los grandes partidos políticos, concentrados durante décadas en el beneficio de unos pocos o en estériles disputas internas.
Su fracaso es el éxito de Jácome, que hace unos años despotricaba contra ellos desde un sótano ante la cámara, pero ahora puede hacerlo desde el sillón de la alcaldía, con el poder que ello supone. La inacción de quienes podrían relevarlo le permite seguir ahí sentado, entretenido con las guerras internas de Democracia Ourensana (que por ahora va ganando, por cierto). El problema es que, mientras pasa el rato con esas distracciones, desatiende otras responsabilidades, como por ejemplo la elaboración de unos presupuestos actualizados para el año 2021, a los que ya ha renunciado pese a ser más necesarios que nunca.