«La gente de O Barco se animó a salir en cuanto pudo quedar con no convivientes»

María Cobas Vázquez
maría cobas O BARCO / LA VOZ

OURENSE

Joaquín Lado, en el restaurante San Mauro de O Barco
Joaquín Lado, en el restaurante San Mauro de O Barco LOLITA VAZQUEZ

Los hosteleros celebran el fin de las restricciones, pero para algunos es tarde

16 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace una semana en O Barco de Valdeorras se levantó la prohibición de reunirse con no convivientes. Después de un mes sin poder hacerlo, los vecinos pudieron volver a juntarse. Se notaba simplemente caminando por el Malecón. Había grupos más numerosos (aunque durante el tiempo que duró la medida también hubo quien se la saltó sin remordimientos). Y esa situación se trasladó a las terrazas, los bares y los restaurantes, que empezaron a ver algo de alivio en sus cajas después de semanas duras. Eso sí, para muchos ya era tarde. El sector ha quedado tocado después de una pandemia de meses a la que todavía no se le ve el final. Los que tienen local propio fueron capeando a base de sacárselo de la piel, como indican varios hosteleros en esa situación. Con el personal en ERTE, tocó hacer muchas más horas para mantener los negocios a flote. Lo han conseguido, como el restaurante San Mauro. Para otros, con alquileres (a veces muy altos) la situación les pudo. Y ya se ven algunos carteles de Se Alquila, como el local del antiguo Factory en Abdón Blanco. En el runrún vecinal suenan varios nombres más como candidatos a bajar la persiana de manera definitiva en un futuro no muy lejano. Y hay quien está a medio camino, intentando negociar con el banco una moratoria en la hipoteca hasta que la situación mejore, como el café teatro Bajo Cinco.

restaurante san mauro

«Volvemos a tener reservas, cosa que hacía tiempo que no ocurría». Cuenta Joaquín Lado que la situación está lejos de ser para tirar cohetes, pero que la flexibilización de las medidas se notó ya el pasado fin de semana. «La gente se animó a salir en cuanto pudo quedar con no convivientes», cuenta. Salir sí, pero cumpliendo. «Antes a la una de la mañana para decirle a la gente que se tenía que ir... y el sábado a las once menos cuarto todo el mundo se levantó y se fue. Estoy asombrado», reconoce. El miércoles ya tenía reservas para este fin de semana, «algo que hacía tiempo que no ocurría». Eso sí, asegura que no fue fácil llegar hasta aquí. Durante meses los dos empleados estuvieron en ERTE, por lo que Joaquín como camarero y su esposa, Divina, en la cocina, se encargaron de todo. «Fue un gran sacrificio, no solo económico, sino físico», remarca. Sobre el dinero explica que «el coste de una mesa y el trabajo que te da es el mismo si come uno que si comen cuatro; pero no es lo mismo gastar un mantel que ocho». El gasto en manteles se multiplicó estas últimas semanas -de lunes a viernes los clientes son fundamentalmente trabajadores que van con sus compañeros- para poder servir a la gente, que tenía que comer sola ante la prohibición de hacerlo con personas con las que no vivía. Y físicamente porque había que hacer todo el trabajo entre dos. «Nunca tantas patatas pelé en mi vida», explica riendo.

Naya Venzal, en el café teatro Bajo 5 de O Barco
Naya Venzal, en el café teatro Bajo 5 de O Barco LOLITA VAZQUEZ

café teatro bajo 5

«No me importa no ganar dinero una temporada, pero sí sacar para comer». Hace dos años Naya Venzal y Manuel Fernández invirtieron lo que tenían para poner en marcha el café teatro Bajo 5, basado en tres pilares fundamentales: los conciertos, la noche y los pinchos. Con el ocio nocturno cerrado se les fue parte del negocio, que se recrudeció al restringirse servir en barra. La prohibición de reunirse no convivientes les puso la puntilla. «No cubrimos ni gastos», cuenta Manuel. Es por eso que la pareja decidió hace un par de semanas cerrar el establecimiento. No tienen fecha de reapertura. Todo depende del banco. «Estamos intentando que nos dé una moratoria de un año, porque tenemos una hipoteca muy alta», señala el hostelero. Cuentan que optaron por bajar la verja porque si no tendrían que elegir entre pagar facturas, a proveedores o la hipoteca. «Así es inviable», cuenta Manuel. Dice que necesitan ese oxígeno del banco para poder continuar. «No me importa no ganar dinero una temporada, pero sí sacar para comer, y eso ahora no estaba pasando», añade. Saben que tienen a los clientes fieles esperando su regreso, «y eso nos anima».