Para resarcirme de las frustradas expectativas que generó ese diario, no os doy la receta, pero sí los trucos clave de mi tarta

María Doallo
Desde el 2019 soy redactora en la sección de Sociedad y Cultura de La Voz de Galicia. Experta en dar noticias buenas (y bonitas). Cuento la historia de personas valientes que hacen cosas

A falta de una, anoche hice dos tartas de queso mágicas. Tampoco hay mucho que hacer, ¿no? Me bastó que viniera mi María Cobas desde tierras trivesas para celebrarlo. Vino solo por trabajo, pero igualmente me pone contenta. Como digo, una se vino a la delegación y la otra, después de ver los comentarios cariñosos -ironía- que me escribieron en el diario de La tarta de queso mágica me dan ganas de sortearla entre los seguidores que tiene La Voz en Facebook. No lo puedo hacer. Y es cierto que tampoco me gusta que se caguen en mí con motivos. Así que vaaaale, admito que el titular podía conducir a una receta que nunca llegó. Aviso desde ya que tampoco va a llegar hoy porque parte de su magia se la aporta que es secreta, pero sí voy a dar unos cuántos truquitos que aplico en la elaboración. Uno. La mía es una tarta de queso de horno. En cuanto termina de cocerse y estando todavía un poco cruda pasa por unas diez o doce horas de nevera. Finalmente se come a temperatura ambiente. Dos. La sal potencia el sabor de lo dulce. El queso habitualmente lleva sal. Mejor tener cuidado con este ingrediente. Tres. El Philadelphia no es el único queso crema que existe. El que no puede faltar si quieres que tu tarta sea la mejor es el mascarpone. La mía lleva cinco distintos. Y -cuatro- no hagas caso a los chefs de la guía Michelín que te van a salir con artistadas como ponerle roquefort o alguno por el estilo. Ellos son genios y les sale todo bien. Nosotros solo queremos comer algo escandalosamente rico y que los que nos rodean lo disfruten -y lo reconozcan bien alto-. ¿Hacemos las paces?

Eso es lo que puedo contar de mi viernes. Se me olvidó por completo que era Halloween y eso que trabajé sobre ello para el periódico. La verdad es que no me pasaría nunca con la Navidad, por muy encerrados y aislados que estemos, así que se ve que es una fiesta a la que no pertenece mi generación. También cuento que parece que cada vez aparecen más pisos decentes en el centro de la capital. De esos destinados a una larga estancia, como dicen en las inmobiliarias. Ya les he explicado que tampoco tan larga, que en cuanto encuentre al maromo adecuado pues tocará mudarse y demás historias -je je je-. Quizá pronto encuentre el mío -el piso, joder, el piso-. Bueno, y que he ido a la peluquería. Que el nuevo confinamiento te pille peinado, dicen. No fui tanto por placer como por necesidad. Se me cae el pelo -de forma literal- como consecuencia de varias situaciones que se suman. Partiendo del covid, claro. A ver si consigo frenarlo. Me refiero a todo.

Me quedan por delante dos días libres en los que voy a aprovechar para desconectar. Terminaré El camino de Delibes -a esto le dedicaré un merecidísimo diario- y veré la recién estrenada Las brujas, donde se juntan Zemeckis -director de Forrest Gump entre veinte mil maravillas- y Anne Hathaway. También desayunaré fuera, veré más pisos e iré a correr. Caerá una película del cineclub, creo que Bienvenidos a Belleville. Espero que un par de vinos en alguna terracita y pedir comida a domicilio. Quizá langostinos con arroz al curri del Habana 83. Volvemos el martes. ¡Feliz fin de semana!