El último reto para el psicólogo que quiere liberar a Ourense de su bloqueo político

Miguel Ascón Belver
miguel ascón OURENSE

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Rafael Rodríguez Villarino, secretario provincial del PSOE
Rafael Rodríguez Villarino, secretario provincial del PSOE Agostiño Iglesias

El líder del PSOE ourensano no iba a ser ni siquiera candidato a la alcaldía y ahora aspira a encabezar una moción de censura

17 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los jueves por la tarde Rafael Rodríguez Villarino, secretario provincial del PSOE, da clases en el campus de Ourense. Es profesor asociado del departamento de Análise e intervención psicosocioeducativa, una actividad que compagina con la portavocía socialista en la Diputación y el Concello de Ourense. Psicólogo de profesión, este jueves no faltó a su cita con los alumnos pese a que podría tener la cabeza en otro lado. Políticamente está en el ojo del huracán, a la espera de si Ferraz autoriza una moción de censura contra Gonzalo Pérez Jácome que lo convierta a él en alcalde.

Rafael Rodríguez Villarino (Ourense, 1965) ya fue regidor durante doce años, pero en el municipio vecino de Amoeiro. Como ocurría entonces con tantos otros, llegó al PSOE de la mano de Pachi Vázquez. En su primer mandato, que arrancó en el año 2007, necesitó el apoyo de un concejal del BNG, pero en los dos siguientes consiguió mayorías absolutas que le permitieron gobernar holgadamente. Sus iniciativas en materia de recuperación de la memoria histórica, con la colocación de placas explicativas junto a viejos símbolos franquistas, tuvieron resonancia más allá del Padornelo.

En esas estaba cuando, en el año 2017, se abrió el melón del liderazgo provincial del PSOE. Las familias en las que se estructura el partido en Ourense se reorganizaron para la batalla y Villarino logró apoyos más que suficientes. Lo consiguió pese a que tuvo que batirse con la diputada Noela Blanco y con el propio Pachi Vázquez, que lo había sido todo en el partido, pero que, tras la derrota, abandonó el PSOE y creó su propia organización. Vázquez cayó en la primera ronda y Blanco asegura que el respaldo de los pachistas a Villarino fue fundamental para que este ganase la segunda.

El caso es que el nuevo secretario provincial diseño una ejecutiva provincia a su medida, sin afines a Pachi y, en general, sin voces discordantes. Paralelamente, fue perdiendo muchos de los respaldos que lo habían aupado al cargo. Y tuvo que lidiar, además, con la grave crisis interna que supuso la elección del candidato del PSOE a la alcaldía de Ourense en el año 2019. José Ángel Vázquez Barquero quería serlo y lo consiguió pese a la oposición de Villarino, que no se implicó directamente en aquellas primarias.

El problema llegó cuando el ya candidato propuso ir acompañado de una lista en la que aparecían los nombres de reconocidos pachistas, que aquel momento eran casi unos apestados a nivel interno y que, efectivamente, acabaron yéndose del partido al poco tiempo. Ferraz -después de escuchar a Villarino y a Gonzalo Caballero, secretario general del PSdeG- bloqueó las pretensiones de Vázquez Barquero, que respondió dimitiendo. A pocas semanas de las elecciones, el partido se quedó sin candidato a la alcaldía y, tras muchas dudas, la dirección autonómica de los socialistas acabó designado para esa responsabilidad al propio Villarino.

Con él como cabeza de lista, el PSOE logró ser la fuerza más votada y la aritmética poselectoral hacía pensar que el partido podría conseguir tanto la alcaldía como la presidencia de la Diputación si lograba para ello los apoyos necesarios. Sin embargo, la coalición firmada por PP y DO en ambas instituciones dejó al PSOE en la oposición y a Villarino como único referente de los socialistas, al ser portavoz en el Concello y en la institución provincial. Y, al ser el único en la diana, solo él recibe los ataques del adversario. Ha sido, de hecho, reprobado en dos ocasiones por el gobierno de José Manuel Baltar, la última por sus críticas a las ayudas que la Diputación concedió a los autónomos para hacer frente a la crisis del coronavirus.

Dicen sus críticos que es un líder que solo escucha a su entorno de máxima confianza y que acaba pasando factura a quienes se enfrentaron a él en algún momento. Especialmente polémico ha sido el diseño de las listas electorales en las generales o en las autonómicas, con vetos a algunos de los aspirantes preferidos por la militancia. En las últimas gallegas la exdiputada Noela Blanco había logrado el apoyo mayoritario de los afiliados, pero fue eliminada de la candidatura. Además, la gestora que dirige al PSOE en la ciudad ha superado ampliamente su período de provisionalidad.

Los recelos que este tipo de situaciones han provocado en un amplio sector del partido han terminado derivando en la configuración de un grupo de concejales críticos con Villarino. Son cinco de los nueve que tiene el PSOE: Natalia González, Concha García, Wilson Jones, Juana Ageitos y Borja López. Rechazan el modo que tiene el secretario provincial de gestionar y no dudan en dejarlo patente cada vez que tienen ocasión. Todos ellos han firmado escritos en los que cuestionan la gestión económica de los fondos que el PSOE recibe del Concello o incluso contra la estrategia sobre los pactos para una posible moción de censura.

A la espera de Ferraz

Y es en este escenario en el que Villarino pretende convertirse en alcalde. Ahora mismo está pendiente de que Ferraz responda a la propuesta de coalición del PP. Este viernes dijo que espera resolver la situación «o máis rápido posible». Además, al ser preguntado por las discrepancias internas que existen en el PSOE, les restó importancia y recordó que él es quien representa oficialmente al partido: «Que haxa persoas que teñen opinións diverxentes dentro dunha organización humana, iso é lóxico, é licito, é lexítimo. Pero, finalmente, un partido político ten que presentar unha posición e esa posición é a que presenta o PSOE e a que eu intento transmitir».

El psicólogo Villarino es experto en adicciones y ha escrito varios libros sobre el comportamiento adictivo. Ahora tiene ante sí el reto de sacar a su propio partido, e incluso a la ciudad, de su insistente situación de bloqueo político.