Los comedores escolares liberan a Cáritas de parte de su demanda

Cándida Andaluz Corujo
C. Andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Los usuarios han aumentado pero no tanto como en la primera ola de la pandemia

13 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Llegaron a dar 666 comidas en un día, cuando lo habitual eran 300. Fue en los peores meses de la pandemia por coronavirus en Ourense. Actualmente, la media es de 400. Una cifra menor pero todavía muy por encima de lo que era habitual. El comedor de Cáritas se ha convertido en el termómetro que mide la crisis no solo sanitaria sino económica y social que está dejando el covid-19 en la provincia. Esta organización se ha convertido en el sustento de muchas familias, a las que se han unido en los últimos meses aquellas con trabajos eventuales que vivían al día y se quedaron sin recursos. Estas, en general, aprovechan esta opción para así tener cierta facilidad para poder pagar otras facturas, por ejemplo las del alquiler de su vivienda, el agua o la luz. Más aún cuando con el cierre de los colegios desaparecieron los comedores escolares y con ellos el desahogo que suponía saber que los pequeños de la casa comían bien. Ahora, con el regreso a las aulas, los comedores ya liberan parte de ese servicio que durante meses tuvo que suplir Cáritas. Desde el inicio de la pandemia tienen autorización para dar de comer a 40 personas a la vez en su local, pero hacen varios turnos de 11, casi todos transeúntes o indigentes, para que haya una mesa por comensal y se respeten las medidas de distancia. Aunque actualmente lo que más distribuyen son táperes con comida que la gente recoge. Se han establecido horarios por apellidos, para poder distanciar las entregas entre los usuarios.

Santi M. Amil

«Si seguimos así la gente va a tener otra vez miedo y otros se quedarán sin trabajo»

Ana Vázquez es la responsable de compras de Cáritas (de su gestión no social) y Beatriz Fernández es la educadora social y responsable del comedor. Ambas saben mejor que nadie cómo ha sido la evolución de este servicio en los últimos meses y, por lo tanto, cómo ha aumentado la pobreza en la capital. «En la primera ola empezaron a venir muchas familias con trabajos eventuales que vivían al día y que se quedaron sin recursos. Cuando comenzaron a cobrar los ERTE, unos meses más tarde, notamos el bajón, hacia junio y julio. Ahora, con las medidas que se empiezan a tomar, porque son necesarias, entendemos que va a empezar a surgir otra vez el mismo problema. Si seguimos así la gente va a tener otra vez miedo y otros se quedarán sin trabajo», dice Ana Vázquez, que se refiere a las cuidadoras de niños, mayores o las empleadas del hogar, uno de los sectores más tocados en marzo y con menos seguridad profesional.

«El tema de voluntariado es ahora y siempre importantísimo»

El trabajo ha tenido que multiplicarse. Se han ampliado los horarios para recoger las comidas y se ha aprovechado el personal que antes realizaba acciones presenciales para que ayude en el comedor. Además, como ha ocurrido en otras organizaciones similares, Cáritas ha tenido que prescindir de los voluntarios mayores y de aquellos en situación de riesgo para evitar que se vieran afectados por la pandemia. «El tema de voluntariado es ahora y siempre importantísimo.Cuando se decretó el estado de alarma a las que servían en el comedor y eran de riesgo, o a los mayores, les pedimos que no viniesen y no se han incorporado. Sí es verdad que hemos notado ahora mismo, y es un placer, que hay mucha gente joven y familias con hijos de entre 18 y 20 años que se vienen todos cuando pueden a echar una mano», explica Beatriz Fernández.

Santi M. Amil

Siguen en marcha los mismos protocolos que durante el estado de alarma

Uno de los principales objetivos de Cáritas durante la pandemia fue no desaparecer presencialmente de la vida de sus usuarios, siempre cumpliendo con los protocolos que fueron marcándose con su avance. Cuando otras administraciones habían cerrado sus puertas, durante el estado de alarma, Cáritas fue una de esas organizaciones que estuvo presente al entender que la vulnerabilidad no se puede trabajar por teléfono. Aquellos protocolos siguen intactos y Cáritas está preparada para una segunda ola de contagios. La entidad ha aprendido a organizarse para que todos los espacios estén higienizados, reformando las tareas de desinfección y potenciando la labor divulgativa del uso de mascarillas, distancia social y de gel hidroalcohólico entre trabajadores y usuarios. «Cuando llegó el confinamiento estricto nuestra filosofía fue poder dar respuestas a las necesidades primarias. Desde atender la soledad de las personas mayores a la falta de vivienda o alimentación de los vulnerables. Y ahora ya estamos totalmente preparados por si vuelve a ocurrir», explican desde Cáritas.

 Tecnologías y voluntarios

Las nuevas tecnologías han supuesto un gran aliado a la hora de desarrollar el trabajo en Cáritas, sobre todo para acompañar a aquellos que se quedaron solos. Pero uno de los puntales han sido los voluntarios y las instituciones que en los peores tiempos echaron una mano y todavía lo hacen ahora. Por ejemplo Protección Civil, que les ayuda en el reparto de comida a domicilio para aquellas personas que están confinadas o que por motivos de salud no pueden desplazarse, y también para comprar y entregar medicinas.