Juan Echanove: «No se ha producido ni un rebrote en los teatros»

OURENSE

Santi M. Amil

El actor llega mañana al Principal con «La fiesta del Chivo», adaptación de la novela de Vargas Llosa

10 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan Echanove llegará mañana al Teatro Principal (21.00 horas) con la obra «La fiesta del Chivo». El actor se pondrá en la piel del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, en una adaptación de la obra de Mario Vargas Llosa.

-Ha estado muchas veces actuando en Ourense, la última con «Rojo», el año pasado. Casi podemos nombrarlo hijo predilecto.

-(Risas) Para mí sería un honor pero no creo que sea merecido. Sí que es verdad que a Ourense, siempre que puedo, voy. Y concretamente en el Teatro Principal donde he podido trabajar en varias ocasiones, por encima de la media docena. Y siempre es un placer.

-Esta vez el placer va a ser menos, por las restricciones de aforo.

-Algo pasa con lo de los aforos en los espectáculos, los que hemos estado trabajando lo sabemos. No se ha producido ni un rebrote en los teatros, cero, cero absoluto. Y eso habría que tenerlo en cuenta. Reducir el aforo en la actividad teatral, si es una medida que se mantiene más allá de la llamada «vuelta al cole», va a hacer prácticamente inviable actuar. No es una opinión, es una realidad y se está discutiendo sobre ella. Por eso está bien todo lo que podamos hacer cada una de las personas que intervenimos para mover a reflexionar sobre que la reducción del aforo a nosotros nos hace inviables. Y sin embargo las medidas de seguridad que se toman en los espacios en los que trabajamos son tan estrictas que provocan rebrotes cero. Habría que tomar decisiones al respecto.

-Ha estado muy preocupado por la evolución de la pandemia, sobre todo por su madre.

-Desde el mismo momento en el que se cerró el teatro en el que yo trabajaba en Madrid, empecé a darme cuenta de las cosas que nos estaban ocurriendo y no he querido mirar en ningún momento para otro lado. Teniendo una madre de 88 años, pues los contactos son con una total y absoluta prudencia. La llamada «nueva normalidad» no me ha apartado de la preocupación real que tenemos. ¡La estamos viendo! Toca seguir navegando en todos los mares posibles pero desde luego con muchísima prudencia. A partir de ahí intentar reconstruir todo esto porque el hostión ha sido descomunal, inmenso, insólito.

-¿Cómo valora la gestión cultural de la crisis?

-El problema fundamental ahora, como el de cualquier hijo de vecino que trabaje, es que todo tiene que ser discutido en el ámbito autonómico. Entonces las medidas que tome la Xunta pueden ser distintas a las que tome Castilla y León y a las que tome Cataluña. Si no se consigue una cierta unidad esto va a ser de locos. Más allá de lo que se ha conseguido -que el sector sea reconocido como un sector productivo susceptible de ser ayudado por los ERTE, lo que ha hecho que las empresas no echen el cierre-, ahora la discusión fundamental está en el tema de los aforos. El tema de las medidas de seguridad recae sobre las distintas comunidades autónomas y ellas van a ser las que van a marcar la viabilidad de la actividad teatral. Conviene que eso se reflexione bien. Yo hablo de las empresas privadas. Lo que haga la administración con sus teatros... me refiero a las empresas privadas que estamos en gira.

-¿Qué es «La fiesta del Chivo»?

-«La fiesta del Chivo» de Vargas Llosa reconstruye los últimos años de la dictadura de Trujillo en República Dominicana y lo utiliza como hilo conductor de la historia de Urania Cabral -que es la hija del senador Cabral, del padre de la patria, del presidente del Senado-, que es entregada por su padre al dictador como una ofrenda sexual, siendo una menor, a cambio de poder seguir manteniéndose en el poder. Una situación enormemente vejatoria, descrita por Vargas Llosa como Dios. Lo que cuenta la adaptación que nosotros hacemos es la historia de esa mujer, treinta años después de que se produjera esa noche infernal en la que ella fue entregada a los abusos sexuales del dictador Trujillo. Tuvo que huir a Estados Unidos y permanecer allí oculta del régimen y olvidada por la familia. Vuelve después de treinta años a ajustar cuentas con su padre, un padre que se ha convertido en una piltrafa, que no puede valerse por sí mismo, que no puede ni hablar, que está en una silla de ruedas. Esas cuentas de esa hija dolida, violada, gracias al teatro cobran corporeidad. Y esas escenas en las que entendemos cómo era el momento en el que se produjo van más allá del relato literario: son profundamente emotivas, sinceras, desgarradas y enormemente sensibles.

-Habla usted de «naturalidad en la brutalidad».

-La mayor brutalidad la podríamos asociar a momentos de una enorme normalidad. Todo esto viene de cómo es el comportamiento de los dictadores, de los genocidas; de cómo hago yo para componer esos personajes. A mí lo que me interesaba es cómo se levantaba ese tío, qué desayunaba, hacía deporte o no hacía deporte, se afeitaba con navaja o con maquinilla eléctrica... Determinadas cosas que me dan un comportamiento, de esa normalidad, que luego asociada a lo que ocurre en el relato, el espectador puede tomar las decisiones que quiera. Yo no se lo subrayo. Yo sé que el personaje que yo hago es un genocida. Pero en todo momento lo que yo quiero representar en el escenario es un tipo que puede ser tan normal como tú y yo. No necesitas hacer una reconstrucción histórica. Puedes inventarte esa cotidianeidad, de una persona normal. ¿Y qué pasa si hace además esto? Es lo más bonito de mi oficio, poquito a poco, ir armando todo el puzle.

-¿Un montaje dirigido por Saura da un valor añadido?

-No es solo un valor añadido. Es que es un montaje de Saura. Es uno de los grandes creadores de la cultura española del siglo XX y el siglo XXI y tenemos la suerte de que a su edad mantiene unas ganas y unas necesidades creativas como las que tenía cuando era joven. Me da lo mismo que su torrente creativo lo aplique al cine, al teatro o la fotografía porque él es un hombre en un continuo proceso creativo y eso es una ventaja a la hora de contar una historia porque él tiene una visión única.

-¿Cómo valora que Vargas Llosa haya reconocido que se equivocó al decir que «La fiesta del Chivo» no se podía adaptar al teatro?

-¿Sabes qué pasa? Yo ya quedé fascinado con el personaje de Trujillo cuando leí la primera vez «La fiesta del Chivo», cuando se editó. En el fondo ya leí el personaje con mi propia voz interna. Además, yo le profeso absoluta admiración a Vargas Llosa y me he leído toda su bibliografía... Con todo eso me decía: tranquilo, que está todo tan a favor que a ver si te vas a llevar un bofetón por demasiada confianza, vamos a trabajarlo. Por eso lo trabajé como un traje a medida, al milímetro. Ha sido un proceso maravilloso. El texto ayudaba, al tener a Natalio Grueso al pie de ensayo, viendo lo que funcionaba, que al final eso es un guion teatral adaptado. Eso añadido a que el elenco es muy bonito, de actores que nos entendemos muy bien y nos respetamos Cuando esto se produce es una maravilla. Y encima además nos toca ser esa avanzadilla de las compañías privadas que estamos en gira, que somos pocas porque las condiciones son muy complicadas: ahora cada bolo es un reto.

-¿Puede resultar obsceno decir que da placer interpretar a un persona como Trujillo?

-Qué va. Esa es una de las ventajas que tiene ser actor. No solo no me lo van a cuestionar sino que lo van a aplaudir. Me gusta mucho hacerlo. Es de esas piezas que a uno le gusta interpretar y estoy deseando llegar a Ourense para hacerlo, y muy tranquilo y con mucha concentración.

-¿Trujillo usaba el sexo para ejercer el poder?

-Dudo que a Trujillo le interesara el sexo. Le interesaba dominar. Era un depredador. La violencia sexual la utilizó para provocar el pánico entre su gente más cercana y tenerlos a todos pendientes de un hilo.

-La estadística suele ser fría: pero mató a 30.000 personas.

-Es una barbaridad. El genocidio haitiano en República Dominicana fue increíble. Lo dice la función y lo dice la historia. No los mató a disparos. Dio orden de que se los cargaran a machetazos para que pareciera una revuelta popular. Era muy rebuscado. Hay malos buenos. Y hay malos malos. Y este es de los muy malos.

Las restricciones dictadas por la Xunta ante el avance del covid han dejado al Teatro Principal de Ourense con solo sesenta butacas disponibles en el arranque de la temporada. La adaptación teatral de «La fiesta del Chivo», novela de Mario Vargas Llosa, abre un programa que todavía está en el aire. De hecho, todo parecía indicar que la representación se suspendería, por la repercusión de las medidas de seguridad en la recaudación, destinada a pagar parte del caché de la compañía Okapi Producciones. Finalmente sus responsables trasladaron a la directora del Teatro Principal, Olga Mojón, su intención de subirse al escenario. Las entradas saldrán a la venta hoy a las 12.00 horas, simultáneamente en la taquilla del teatro y en la web ataquilla.com (solo se podrán adquirir dos en cada compra). La responsable del Principal ha agradecido a la compañía, los actores y los técnicos que hayan decidido que el espectáculo continúe.