Dos generaciones del covid-19 alertan sobre los rebrotes: «Te provoca una pérdida de oxígeno que ni te enteras»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Miguel Villar

Carlos López, de 66 años, y Marta Martínez, de 27, sufren aún las secuelas del virus

06 jul 2020 . Actualizado a las 11:36 h.

El día del Jueves Santo, Carlos López no sabía si estaba entrando en las puertas del cielo o del infierno. Al menos, así lo explica este vecino de Punxín de 66 años tras contar su experiencia con el coronavirus, con un viaje de ida y vuelta a la planta de ingresados estables en el CHUO entre finales de marzo e inicios de abril, pero también un billete de incertidumbre entre medias para la uci covid-19. Allí estuvo una semana después de que llegase al servicio de Urgencias del CHUO tras extrañarse por un sarpullido que le había salido. «Pero me hicieron la prueba PCR y di positivo, y además venía de hacer un tratamiento oncológico el 18 de marzo por el cual me habían bajado las defensas», cuenta.

Carlos no tiene claro cuándo pudo contagiarse, pero sospecha de un viaje con amigos que realizó a Tarragona a inicios de marzo. Y una vez en la uci no llegó a enterarse, pero estuvo a las puertas de un disgusto tras sufrir una inflamación en el pulmón y una parada cardíaca, de las que logró salir adelante. Mientras, Marta Martínez, profesional sanitaria de 27 años, permanecía en su casa, en régimen de aislamiento domiciliario. Su pareja, que trabaja en el CHUO, también se contagió tras estar en la zona de críticos. A día de hoy, ella sigue esperando a recuperar su olfato pese a que ya pasaron más de tres meses desde que padeció la enfermedad. «Sigo sufriendo algo de anosmia. Estoy algo mejor y a veces huelo determinados olores, pero otros no tanto. Así que tampoco pude participar en el estudio de donación plasma que organizó la Agencia de Donación de Órganos y Sangre», explica.

Ambos forman parte de dos generaciones distintas afectadas igualmente por la epidemia. Cuando el virus comenzó a expandirse por el país, se incidió inicialmente en la idea de que el patógeno era especialmente peligroso para personas mayores con afectaciones previas, pero se miraba de reojo cómo podría pasar factura a los jóvenes. «Lo que se vio finalmente es que ninguno de nosotros somos inmortales», dice Marta.

Un mensaje a los de su edad

Tras los rebrotes experimentados en regiones como O Barbanza o la Mariña lucense, Carlos y Marta apuntan a la importancia de respetar las pautas y recomendaciones marcadas por las autoridades sanitarias.

«A la gente joven le diría que tenga cuidado. Esto no ha pasado todavía y se vuelven a ver casos y focos. No nos podemos permitir que vuelva a ser tan serio como pasó ahora, con el desastre que hubo. Debemos seguir las normas de distanciamiento, llevar la mascarilla y pensar que esto nos puede pasar a cualquiera. Soy una persona joven, sin ningún antecedente, y aún así me contagié. No estuve hospitalizada, pero se pasa mal y hablamos de un virus nuevo», razona Marta.

Carlos, que aludió en varias ocasiones al covid-19 como «el enemigo invisible», aludía a esa capacidad del coronavirus para colarse hasta por la última rendija del sistema inmunológico. «Te provoca una pérdida de oxígeno que ni te enteras. Toda precaución es poca, porque no sabes por dónde atacará. Y además, si la gente que nos atiende se va al garete a ver quién nos cuida», agrega Carlos. En su caso, agradeció que el doctor Cortés, del CHUO, estuviese a su lado. «Estuvieron conmigo en todo momento, hasta que me pude despertar», dice.

Marta, que se formó en la ciudad pese a que es de Orihuela, espera poder ver físicamente a su familia a finales de julio, tras haber estado en contacto con ellos por videollamada durante el estado de alarma, para evitarles preocupaciones. Pero la suya son las masas de gente y lo que pueda venir tras ello. «Lo de las aglomeraciones en las tiendas no tiene sentido. Esto no es cosa de una gripe, puede llegar a ser algo muy serio y Carlos lo ha vivido en sus carnes».

«Que un paciente haya dado negativo en la PCR no quiere decir todo, porque quedan secuelas»

El desconocimiento acerca del virus también se vio reflejado en los conceptos que giran en torno a la patología. María Bustillo, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del CHUO, pone el foco en las dificultades que entraña a menudo el vocabulario y la jerga específica sobre los test o PCR a la hora de dilucidar si un paciente está o no recuperado. «Que una persona haya dado negativo en la prueba no quiere decir todo ni aporta el dibujo completo y real de su situación, porque quedan secuelas», dice.

Bustillo señala que, sobre el papel, la población de riesgo sigue siendo la más mayor y aquella que sufre enfermedades crónicas, pero también incide en aquellos afectados que no llegaron a estar hospitalizados pero siguen mostrando síntomas que persisten en el tiempo, como la fatiga o dolores torácicos al efectuar esfuerzos. Y además, hay que contar con las secuelas psiquiátricas derivadas del encierro o la incertidumbre de lo que deja el virus.

En este sentido, practicar una PCR puede dejar sorpresas. «Lo que detecta este test es la presencia de proteínas del virus en la faringe. Y en el caso de un paciente que ya lo haya superado puede constatar que el covid-19 está muerto, pero también hallar su rastro previo», comenta Bustillo. Es decir, que aunque el patógeno haya quedado por el camino y la enfermedad también, queda parte de su ‘esqueleto’.