«Íbamos a comprar un sofá y a echar gasolina y tuvimos que dar la vuelta»

Cándida Andaluz Corujo
c. andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

La tranquilidad es la tónica general en la única frontera abierta a diario con limitaciones entre Ourense y Portugal

03 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Solo pueden pasar los transportistas, las personas que vayan a trabajar o aquellos que tengan cita en el centro de salud o en el banco en Verín». Así resume un policía español la regla general en la frontera de Feces, el único lugar de paso diario entre Ourense y Portugal. Durante toda la jornada los camioneros cruzan sin problema, no se les pide documentación. «El paso es libre para los transportistas», dicen el agente que vigila la parte española de la frontera. Al resto de conductores los paran a ambos lados. Y todos comprenden la situación. «Veño a traer mercancía dende Caldas de Reis a Portugal, e logo seguirei por Ourense. Piden a documentación e nada máis. É necesario porque se non, esto...», dice Iván Pérez tras mostrar sus documentos a los guardias portugueses. Detrás van Manuel y su esposa, son de Chaves. Ellos no han tenido tanta suerte. «Íbamos a comprar un sofá y a echar gasolina y tuvimos que dar la vuelta», afirma contrariado, mientras el guardia luso le explica que no puede entrar en Feces solo para hacer recados. En la localidad verinense se ven más agentes que nunca, casi más que vecinos, pero la actividad comercial, que aún queda, se ha visto muy dañada. «Pues ahora trabajamos muy poco. Lo hemos notado mucho», afirma la propietaria de la administración de lotería referente de los lusos en España. Y en la gasolinera, más de lo mismo.

Vecinos de Vilarelho da Raia, Portigal, trabajando terrenos en España
Vecinos de Vilarelho da Raia, Portigal, trabajando terrenos en España MIGUEL VILLAR

Vivir en Portugal y arar en España

En Rabal, Oímbra, una carretera estrecha lleva hacia Vilarelho da Raia, Portugal. A la llegada, junto al marco que indica que estamos cambiando de país, un gran bloque de hormigón corta el paso a los vehículos. Lleva allí más de dos meses. Un taxi espera en la zona española para trasladar a un vecino, mientras que María do Carmo, su marido y Cándida repasan las fincas a poco metros. «Somos de ahí, de Vilarelho. Aquí estamos, con las patatas en España», dice Cándida sonriente. «¿No ves el marco? Esto es España y ahí está Portugal», afirma con sorna. Desde que el país vecino cerró sus fronteras los tres rebasan el bloque de hormigón para poder arar sus tierras. No en vano, la naturaleza sigue el curso climático sin entender de confinamientos. «Pues todas las mañana hacemos lo mismo, venimos hasta aquí para preparar todo esto y no pasa nada», señala María do Carmo, mientras su marido sulfata. El taxista sigue esperando: «Me dijeron que viniera hasta aquí para poder llevar a alguien, es la primera vez que lo hago», señala. El bloque que corta la carretera forma parte del paisaje. «Pasamos andando sin problema», dicen.