La Ribeira Sacra después del coronavirus

Manuel Garrido TRIBUNA ABIERTA

OURENSE

Santi M. Amil

25 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde Xunqueira de Espadanedo he sido testigo del desarrollo turístico de la Ribeira Sacra. A partir de la última década del siglo pasado, la afluencia de viajeros se fue intensificando año tras año, hasta que este dichoso virus que estamos padeciendo detuvo el mundo. Los proyectos de dinamización de este territorio se canalizaron, en principio, a través de programas europeos, y desde el 2005 se coordinan, fundamentalmente, desde el Consorcio de Turismo de la Ribeira Sacra. El resultado fue la creación de la exitosa marca Ribeira Sacra.

Sentí la necesidad de difundir todo este tesoro. Así nació en 2007 la primera edición de la Guía Práctica de la Ribeira Sacra, publicada por Xerais-Anaya. Fue el fruto de dedicar tres años de mi tiempo de ocio a recorrer, a fondo, todo su territorio. En el año 2017 se publicó la segunda edición actualizada. Me permito apuntar algunas ideas de cara al presente y al futuro de este enclave. Lo hago porque estimo que esta pandemia va a cambiar algunos hábitos de vida, sobre todo los referidos a nuestra forma de viajar y los destinos a elegir.

La Ribeira Sacra tiene una oportunidad de oro para potenciarse como una alternativa saludable a los viajes de masas. Argumentos no le faltan: arte, naturaleza, ausencia de aglomeraciones, comida sana. Justo lo que los epidemiólogos recomiendan para evitar el contagio del coronavirus. En estos momentos tienen más vigencia que nunca las palabras del escritor americano William Bowells. En 1907 afirmó que «la gente nace y se casa, vive y muere en medio de un tumulto tan frenético que uno pensaría que enloquecerán». Se podría añadir que actualmente la mayoría de gente no solo vive hacinada, sino que también disfruta las vacaciones de la misma forma. Esto es un caldo de cultivo para las infecciones, cuestión de máxima preocupación a partir de ahora.

A la Ribeira Sacra hay que llegar sin prisa. Lo adecuado es tocar el suelo, caminar entre viñedos, carballeiras y soutos autóctonos, navegar por el Miño y el Sil, disfrutar de la artesanía, de los paisajes, de las viandas y los vinos de la tierra, pero todo ello con calma y sosiego. Es lo que se llama slow travel, viajar despacio. Este movimiento, surgido en la primera década de este siglo en Reino Unido, se adapta perfectamente a la Ribeira Sacra. Supone una alternativa a ese turismo trepidante en el que se visitan infinidad de lugares con horarios estrictos.

Uno de los creadores e impulsores del slow travel es el periodista escocés, afincado en Canadá, Carl Honore. Explica en su libro Elogio de la lentitud (2006) que durante el viaje «hay que tomarse tiempo para participar y aprender sobre la cultura local; encontrar momentos para desconectar y relajarse», y concluye: «se trata de saborear el viaje».

En la Ribeira Sacra, si hablamos de turismo, la cantidad tiene que estar supeditada a la calidad. Calidad en el sentido de profundizar en el conocimiento de este fantástico destino, de descubrir su esencia. En definitiva, crear una complicidad entre el viajero, el lugareño y el territorio. Si nos centramos en los valores artísticos de la Ribeira Sacra sobresalen sus monasterios, museos e iglesias. La mayoría son de gestión pública. En las últimas décadas las distintas administraciones, tanto españolas como europeas, han financiado su restauración. También se encargan de su gestión y mantenimiento. Sería aconsejable establecer el pago de una módica entrada, como cuando se recibe cualquier otro servicio, para tener acceso al interior de estas obras de arte y así ayudar a su conservación.

La Ribeira Sacra ofrece unas condiciones óptimas para la práctica del senderismo. Cuenta con infinidad de frondosos caminos antiguos que guardan entrañables historias de tiempos pasados. Es primordial que las rutas habilitadas estén siempre accesibles y bien señalizadas. También por algunos municipios ribeiraos discurren itinerarios jacobeos: el Camino de Invierno y el Camino Francés.

La gran apuesta actual de la Ribeira Sacra es conseguir la declaración de Patrimonio Mundial de la Humanidad. Las instituciones implicadas han hecho un gran trabajo y la población local se ha involucrado después de superar algunos miedos. Hay razones sobradas que invitan al optimismo. Conseguir esta distinción abriría muchas puertas. Pero no alcanzarla, tampoco sería una derrota que lleve al abatimiento y la desmoralización. La Ribeira siempre lucirá pletórica para regocijo de lugareños y visitantes. Esta es una tierra para disfrutar de placeres sencillos, ajena a proyectos megalómanos, reacia a la masificación y amiga de la quietud. La Ribeira Sacra aporta a los viajeros serenidad y alegría. Los visitantes lo agradecen con cariño y respeto al medio ambiente. Las prisas no son buenas y menos en la Ribeira Sacra. Así que a modiño, que decimos en Galicia.

Manuel Garrido es historiador y autor de la «Guía práctica de la Ribeira Sacra»