Cartas digitales o mesas más separadas, nuevos reclamos para llenar las terrazas

miguel ascón, maría cobas OURENSE, O BARCO

OURENSE

Emir Bocco (Don Bocco)
Emir Bocco (Don Bocco) MIGUEL VILLAR

«Que no por ganar un poco más volvamos hacia atrás», reclama un hostelero

15 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando se puso en marcha el carné por puntos y se reforzó la vigilancia del consumo del alcohol al volante, el negocio en los restaurantes alejados de los centros urbanos se resintió. Sin embargo, ahora la naturaleza y los espacios amplios son un reclamo que ofrece seguridad a los clientes en plena crisis del coronavirus. «Estar ás aforas non axudaba, pero agora temos que utilizar esa baza. Parece que pode ser unha oportunidade», explica Antonio Caneiro, responsable de Os Caracoles, que reabre este viernes su terraza.

Emir Bocco abrió la del Don Bocco, en Oira, este lunes, aunque antes ya hacía servicio a domicilio. Su prioridad al recibir de nuevo a los clientes es que perciban en todo momento su local como un espacio sin peligro. «No queríamos masificar la terraza. Queremos que la gente se sienta segura», explica el hostelero, que ofrece doce mesas. Cabrían más, pero prefiere que haya más espacio entre ellas, que en muchos casos supera los dos metros obligatorios: «Prefiero que no venga tanta gente y que salgamos pronto de esto. Que no por ganar un poco más que volvamos hacia atrás».

En esta línea, el Don Bocco ha sustituido las cartas en papel por códigos QR que dan acceso a una versión digital para que así los clientes puedan consultar los platos desde sus propios móviles. Además, la higiene es prioritaria. «Cuando se recoge la mesa, se desinfecta, pero también justo antes de que la gente se siente, para que vean que la desinfectas en el momento y estén más seguros», explica Emir, que cree que la estrategia está funcionando bien. Por ahora abren por las tardes, pero esperan recuperar también el servicio de comidas a partir de la próxima semana, si el tiempo acompaña.

Antonio Caneiro (Os Caracoles)
Antonio Caneiro (Os Caracoles) Santi M. Amil

Antonio Caneiro abrió el hotel de Os Caracoles, en A Derrasa, en cuanto pudo, pero sin mucho éxito. «Estivo aberto, pero como se non estivera. Ao non poder moverse a xente entre provincias, houbo moi pouquiña cousa», explica el empresario, que abrirá este viernes la terraza. Lo hará, por ahora, sin carta, ofreciendo algo de comida a la parrilla y platos combinados.

Todo son dudas. «Abres con moito medo e moita incerteza porque non sabes como vai responder o cliente», explica Caneiro, que tiene la esperanza de que los espacios amplios y la distancia entre las mesas sirvan de reclamo. «Como teño finca particular non teño problema para estenderme o non teño que depender do Concello nin dunha beirarrúa», cuenta el hostelero, que ya tiene preparados dispensadores de gel, mascarillas, guantes y máscaras protectoras para prestar el servicio de la forma más segura posible.

Ricardo Cela ofrece comida para llevar en el Lisboa
Ricardo Cela ofrece comida para llevar en el Lisboa LOLITA VAZQUEZ

Ricardo Cela, Café-Bar Lisboa (O Barco)

«Recuperé las recetas de mi madre y van muy bien; la comida se queda»

Cuando Ricardo Cela se quedó con el negocio de sus padres en pleno centro de O Barco de Valdeorras decidió eliminar la parte de cocina para apostar por la de bar y cafetería. Apelaba siempre a la falta de tiempo para seguir con los fogones apagados si no era para hacer sus célebres tortillas o los callos o la ensalada de pasta que va de pincho. Hasta que el coronavirus llegó y mandó parar. El hostelero es poco de estarse quieto, así que un día decidió seguir haciendo café y llevárselo como un gesto de agradecimiento a los sanitarios del hospital. Y poco después incluyó también en el reparto a los bancarios y otros trabajadores que seguían acudiendo a su puesto durante el confinamiento. Con el café, el pincho.

Hubo entonces quien preguntó si podría tener la tortilla entera, así que Cela decidió embarcarse el proyecto de servir comida a domicilio. Un amigo le deja la furgoneta con la que cada día reparte. Cada día a más gente. «Por suerte ahora ya puede venir la gente a recoger», cuenta, porque el volumen de trabajo no deja de subir. Porque no solo ofrece tortilla o callos, sino que ha recuperado parte de la carta que hizo del Lisboa un restaurante indispensable en la vida barquense. «Recuperé las recetas de mi madre, como la ternera en salsa, y funcionan muy bien», cuenta. Tanto es así que también se ha embarcado en los postres y ya se puede volver a degustar la tarta de la cazuela que algunos llevan años anhelando.

¿Es solo por la pandemia o seguirá existiendo el servicio de cocina del restaurante Lisboa? «La comida se queda», avanza. Dice que la previsión es que la situación no se recupere pronto, y que el volumen de trabajo no le permita recuperar de golpe a los cuatro empleados que tiene en ERTE, pero señala también que consciente de que ahora dispondrá de más tiempo para la cocina. «Era un servicio que la gente estaba demandando, muchos piden comida para llevar, así que la cocina del Lisboa vuelve para quedarse», cuenta. ¿El perfil del cliente? «Todo tipo de gente, cada vez más», contesta.

Emilio Estevez (Druida)
Emilio Estevez (Druida) Miguel Ascón

EMILIO ESTÉVEZ, BAR DRUIDA (ourense)

«Vino la Policía Local y estaba todo bien»

Uno de los establecimientos que la Policía Local visitó en el arranque de esta semana para comprobar el cumplimiento de las normas de la fase 1 fue el Druida, en la Praza Maior de la capital ourensana. A primera vista, las mesas respetan las distancias establecidas y a esa conclusión llegaron también los agentes que estuvieron allí. «Vino la Policía Local y no dijeron nada. Estaba todo bien», explica Emilio Estévez, que lleva desde hace casi cuarenta años al frente del negocio.

Pese a solo poder utilizar la mitad de las mesas que antes, cuando no llueve, el trabajo en estos días está siendo «continuo», sobre todo para servir cafés, según explica Estévez, que cree que se debe a que por ahora son pocos los negocios que están funcionando en el casco viejo. «Parece ser que hay pocas terrazas abiertas y entonces sí que merece la pena», dice. Para funcionar, Estévez ha tenido que adaptarse y ha reforzado la desinfección de las mesas y también de los baños: «Voy cada dos por tres a limpiarlos».