Entre la residencia Las Salinas y Salesianos, el entroido no entendió de edades

Si el entroido es alegría, en la residencia ourensana de Las Salinas el compromiso con el festejo fue más allá de ello. Ocho usuarios de la instalación trabajaron durante los días previos al carnaval en un taller de reciclaje de materiales con el que dieron forma a pequeñas máscaras, representaciones y juguetes con una conexión intergeneracional, porque los útiles tenían destinatarios en el colegio Salesianos: los alumnos con déficit de aprendizaje.

Antonia González, Carmen Fernández, Lara Estraviz, María Quintas, Aser Fernández, Evaristo Molina, Juan Tapia y Tina Iglesias se arremolinaban en torno a la mesa de manualidades el pasado jueves contemplando sus obras. Muchas de ellas tienen un sentido, que desgranaba Mayra Rey, la integradora social del centro: «Los caracoles representan el tiempo perdido, la lentitud de una vida destinada al consumismo de las actuales generaciones. El tiempo y las prisas del estrés no permiten vivir».

Antonia González, una de las creadoras, resumía bien el sentimiento de los participantes en el proyecto al ver el resultado final: «Sabendo ben a onde van, estamos contentos porque os xoguetes terán oco nun sitio no que fan falta». Mayra Rey agregaba que este taller se enfocó a mostrar la «realidad ligada a la desatención a la diversidad durante todos estos años».

Este reclamo hacia la diversidad fue representado con un pequeño teatro que reflejó esa «doble excepcionalidad» tan desconocida en las aulas, que engloba mayormente a alumnos con trastorno del déficit autista. «Necesita ser atendida desde un enfoque diferente al que presenta nuestro sistema, porque estos pequeños nacen desprotegidos», avisa Rey. En este sentido, el trabajo con los mayores también tiene su relevancia, porque les ayuda a combatir un paulatino deterioro cognitivo.

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