«Cuando sufrí el ictus, llegué a estar más allá que aquí»

Pablo Varela Varela
Pablo Varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Ana María Araújo se trata en la clínica ourensana Axon para recuperar la movilidad perdida tras padecer la enfermedad

15 ene 2020 . Actualizado a las 16:37 h.

«Todo depende de que la luz de aquí arriba siga encendida». Ana María Araújo, ourensana de 70 años, se toca la sien con su dedo índice. El 29 de septiembre del 2015, cuando estaba a punto de operarse de un ojo en Santiago, se le apagó. «Fui al baño un momento y me caí redonda», recuerda.

Había sufrido un ictus isquémico. «Llegué a estar más allá que aquí», dice. Pero esquivó a la muerte y ahora trabaja para recuperar lo que perdió. Fue profesora de Educación Infantil en su época, y echa de menos hablar tanto como entonces. «Cuando me dieron el alta tenía unos dolores de cabeza horribles y no podía hacer nada», cuenta. Encontró un punto de inflexión con el apoyo de su familia y trabajando con los terapeutas de la clínica Axon: «Es una suerte tener a gente que te atienda en tu ciudad».

Junto a ella, cada uno de sus movimientos es revisado por Paula, una de las profesionales del centro. La mano izquierda de Ana María sigue agarrotada, pero ella se obliga a quitarse los zapatos. «Que se descalce sola es bueno», sostiene Paula. Parte del cambio pasa por deshacer el nudo de origen neurológico que controla sus acciones. «En casos como el suyo, las personas que sufren este ictus deben hacer un esfuerzo cognitivo extra, y eso también les acaba generando cansancio físico aunque desde fuera no lo parezca», dice.

Paula masajea la fascia plantar de Ana María sobre unas pequeñas colchonetas. El lado izquierdo de su cuerpo fue el que quedó más afectado tras padecer la enfermedad. «Pero mejoré mucho con el tratamiento, porque al principio de todo no era consciente de nada en esa mitad. Tocabas y no sentía. Es como si hubiese vuelto a nacer», comenta.

Durante la conversación, Ana María aludió en cinco ocasiones a la importancia de la cabeza. Todo parte de ahí, de hacer frente al interruptor. Y dibuja un panorama diario a cámara lenta. «Ahora no puedo hacer las cosas sin pensarlas previamente. Y el cerebro es el que manda», dice. «Es como si llevase constantemente una losa aquí», añade. Por el momento, ha pasado por las áreas de logopedia y neuropsicología de Axon, porque cada paso, por pequeño que sea, le ayuda a retomar el pulso a la vida. Alguien dentro de la clínica dice: «¡Falta música! Aquí se viene a sudar». Y ella se arranca, con calma, con el estribillo del Catro vellos mariñeiros. Ese momento es una de sus pequeñas alegrías del día. Las otras le esperan en casa, con sus siete nietos. «Pero las broncas que se las echen sus padres. Yo estoy aquí para mimarlos», avisa.