De la prostitución se puede prescindir: hay salida

Eugenia Díaz Abella FIRMA INVITADA

OURENSE

DUVI

02 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los convenios y protocolos internacionales muestran unanimidad en la necesidad de prevenir y combatir la trata de seres humanos, pero lamentablemente, tras décadas de debate, han sido incapaces de tomar decisiones sobre el modelo más eficaz contra la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual. La complejidad del diagnóstico y la opacidad de los datos, y la confrontación de la sociedad civil en aspectos clave sobre el consentimiento, voluntad y la liberación sexual femenina, han venido sirviendo de excusa para postergar la toma de decisiones. Aún prescindiendo de la generalización de las cifras, parece aceptarse que la trata y prostitución están íntimamente ligadas. Al hablar de prostitución, debemos abandonar la aséptica definición de la RAE, y darle una perspectiva de género, No es una ocupación femenina, aunque sí es ejercida por mujeres y comprada por hombres. Tampoco es libre, pues además de carecer de la información previa, las situaciones vitales extremas y la esperanza de una nueva vida, condiciona su decisión. Y desde luego nadie les informa que la sociedad estigmatiza a las mujeres que la ejercen, que la repulsa social no recae en la actividad sino en las prostitutas.

El imaginario social prefiere evitar dilemas morales. La prostitución, la trata de personas con fines de explotación sexual, se vuelve invisible, todos y todas, la ciudadanía en general miramos hacia otro lado, preferimos cambiar de acera. En cualquier ciudad de España, en Ourense mismo, somos conocedoras de los clubes, pisos... convivimos con ellos en nuestro día a día, pero pasamos indiferentes, invisibilizando esta realidad. En ningún momento nos planteamos qué hay detrás de estas chicas, o de estos pisos, si la ejercen libremente o si están sometidas o explotadas por mafias.

¿Qué pasa con los proxenetas? ¿Cómo los valoramos como sociedad? Vivimos en esa doble moral, y justificamos a ese «proxeneta bueno» que pone su local al servicio de esas chicas que «libremente ejercen de prostitución». Son empresarios reconocidos. Pocos son los que se planteen el injusto lucro y el enriquecimiento que hay detrás de cada una de ellas. ¿Y con los «clientes»? ¿Cómo actuamos en sociedad? Simplemente negando que nuestro hijo, hermano o marido acuda a los clubes, y no porque seamos ajenos, sino simplemente porque no queremos ver, ni mucho menos asumir, esa realidad.

Todo este caldo de cultivo viene siendo de provecho a las mafias, especialmente en España por la ambigüedad del régimen jurídico sobre la prostitución, donde la sección de anuncios por palabras de cualquier periódico da cobertura a la opacidad del negocio sexual, y los controles policiales se limitan a identificar y expulsar a las «putas sin papeles».

El gran paso para acabar con esta lacra lo tiene que dar Ya la sociedad civil, definiendo si lo que queremos es una sociedad donde se prohíba la sexualidad femenina lucrativa, o si preferimos un sociedad que reglamente las condiciones de su ejercicio. ¿Qué tipo de sociedad queremos? Una que afronte el problema y diga «hasta aquí»; o continuar como hoy, mirando hacia otro lado. Yo lo tengo claro. ¿Y ustedes?

Mi reconocimiento a todos los movimientos sociales que contribuyen cada día al imaginario social y cultural, y asimismo a los que día a día ayudan a estas mujeres ofreciéndoles un rayo de esperanza, porque de la prostitución se puede prescindir, hay salida.

Eugenia Díaz Abella es concejala de Política Social, Igualdad y Salud en el Concello de Ourense