Existen tantas formas de enfermar como de maltratar

Lorena Álvarez FIRMA INVITADA

OURENSE

Santi M. Amil

25 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Mañana es 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género. Se trata de un mes intenso para las profesionales que trabajamos en atención a víctimas de diferentes delitos violentos. Parece ser que este mes debemos hacer recuento de cifras que no se pueden contar. Lo que no se sospecha es que un grupo de profesionales viven cada día pensando que quizás puedan asesinar o agredir a la persona que atiende. Se pasa horas escuchando a esa persona, navegando por sus nubes oscuras de violencia y claros de sol, intentando reconstruir historias que a veces no tienen ni principio ni fin. Pero, es el mes de las cifras.

Bastaría tan solo una violencia para que tuviésemos que alarmarnos. Bastaría con una persona oprimida a la que le costase respirar, porque esto implicaría que vivimos en igualdad. Tenemos los muros forrados de carteles con este concepto, sin ser conscientes de la amplitud del mismo, ni del compromiso que sugiere. Existen muchos ejes que cruzan a una mujer vulnerable, pobre, racializada, desempleada, extranjera, rural y muchos otros invisibles para la mayoría.

Pero vayamos con un poco de estadísticas negras. Dicen los estudios, y no solo las feministas, que la violencia de género causa un coste sanitario de 2.500 millones de euros al año en España. Los últimos datos del año 2016 indican que 657.100 mujeres sufrieron violencia física y sexual en nuestro país. Esto sin contar los gastos ni tratamientos en centros de intervención a víctimas ajenos al sistema de salud, por ejemplo los de justicia. Un total de 139.179 mujeres acudieron con luxaciones, cortes, dientes rotos y abortos no voluntarios. Existen indicadores alarmantes sobre la relación existente entre la violencia de género, la discapacidad y la mortalidad. Hay muchas maneras de morir o enfermar, tantas como formas de maltratar. La salud de las mujeres y de las niñas está influenciada por la biología relacionada con el sexo, género y otros determinantes sociales. Pero si hablamos de salud, cabe destacar el impacto de la violencia en la salud psicológica de las víctimas, cuyos resultados muestran que la prevalencia del trastorno de estrés postraumático tan solo es comparable con estudios de excombatientes o refugiados de guerra. Ansiedad, fobias, depresión, trauma, trastornos de personalidad y abuso de sustancias.

Es la violación y la agresión sexual una de las violencias más destructivas para las mujeres y niñas. No solamente por las consecuencias en la salud sexual y reproductiva que acarrean, si no en las heridas psicológicas y su cronicidad. Comprender a una víctima de agresión sexual implica comprender el trauma, la repetición compulsiva de modelos y muchas veces, entender el vínculo de protección entre la mujer o niña con el agresor en un ambiente traumático y restrictivo, sobre todo si este es familia. Es en este marco traumático que la mujer puede llegar a proteger a su agresor, y por supuesto enfermarse.

La violencia se nos cuela por todos los rincones, aún con ordenes de alejamiento o intervenciones y seguimientos. El maltratador en ocasiones no reacciona al poder disuasorio de la ley. Continúan ejerciendo sus violencias, adaptando su forma de ejercer el maltrato a sus oportunidades mientras que la víctima sigue revictimizándose durante años. Se lleva a cabo dañando su imagen, apartándola de su entorno próximo o familia, fomentando que pierda su puesto de trabajo, dañando la relación con los menores, no pasando la pensión, siendo denunciadas después de años de alejamiento por razones insospechadas. Deberíamos dejar pocas oportunidades ni fisuras en el sistema por donde permitir estas agresiones.

Es noviembre y resulta imposible alejarse de las cifras, aunque no por ello resulte menos macabro. Ojalá no nos toque ninguna.

Lorena Álvarez Martínez es psicóloga y trabaja en la atención a víctimas de violencia de género en la provincia de Ourense.