«Mi vida profesional empieza y acaba cerrando las puertas de un quirófano»

Pablo Varela Varela
pablo varela OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Una operación a los 22 años convenció a Fina Rodríguez, enfermera ahora jubilada, de que su sitio estaba en un hospital

10 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Fina Rodríguez arranca entrando en un quirófano y saliendo de otro. Dos operaciones -una de juanetes con 22 años y otra de rodilla hace año y medio- marcan el inicio y el adiós a una vida entre bisturíes. Pero sin aquella primera intervención nada hubiese sido lo mismo. «Nunca antes había estado en la Residencia. Me gustó lo que vi y, además, días antes estaba haciendo un curso con la Cruz Roja. Pero jamás me había planteado ser enfermera hasta entonces», cuenta.

Estando ingresada, le picó el gusanillo y decidió ampliar su formación en el campo sanitario. A Fina, de pequeña, le gustaban las ciencias económicas y un orientador le llegó a decir que tenía madera para dedicarse a la arquitectura, pero la casualidad determinó que ella trazase, figuradamente, otro tipo de planos. Por ejemplo, para llegar al paciente. «Conseguí una plaza como auxiliar clínica en el año 1976, pero fue durante la recuperación de un accidente cuando decidí dar un paso más», comenta.

Estudió una Formación Profesional de segundo grado para obtener el título de técnico de laboratorio. Las notas más altas facilitan el acceso a las plazas de enfermera en la Residencia Nuestra Señora del Cristal. «Al principio hubo problemas para compaginar, porque estaba trabajando al mismo tiempo, pero saqué siempre adelante los exámenes», rememora. Lo consiguió, y se encontró en el Hospital Universitario con una pasión que estiró desde el 1991, cuando comenzó su periplo, a junio del 2017, cuando su cuerpo dijo basta tras una serie de problemas con la prótesis tras su última operación.

Ella, que en su memoria guarda muchas más allá de las propias, recuerda en concreto el primer aneurisma que hizo. «Era una chica joven. Tenía una melena muy larga y tuvimos que afeitarle parte de la cabeza. Un aneurisma consiste en ensanchar la pared de una arteria y teníamos que localizar la rotura», relata. Aún tiene la imagen de la impresión del momento. Y de la satisfacción de la chica al decir adiós.

La metamorfosis de la sanidad

Fina incide que en hacer un corte entre la vida profesional y la personal, en algunos casos, es prácticamente imposible. «Es necesario desconectar, pero no siempre es posible porque hay cosas que te llevas a casa», cuenta. No ha dejado de ir al CHUO a algunas comidas con compañeros que todavía están allí. Cada vez son menos. «Alguna de mis amigas entraba hace poco al vestuario y se encontraba rodeada de caras que no conocía», sonríe.

«Mi vida profesional empieza y acaba cerrando las puertas de un quirófano», resume Fina tras analizar su trayectoria. El equipo que habitualmente acompaña a los facultativos en las operaciones suma a dos enfermeros y un auxiliar. «Siempre buscábamos el lado positivo a nuestro trabajo diario. Que aquello que salió mal, cómo podríamos mejorarlo», dice.

Fina detecta que en los últimos años, la sanidad ha ido caminando hacia otro escenario que antes no había. «Antes se potenciaba mucho la especialización y la subespecialización. Pero a los médicos y enfermeros que llegan ahora les demandan que sepan mucho de muchas cosas», avisa. Y sin embargo, ella detecta que una de las carencias pasa por facilitar a los profesionales del área su asistencia a cursos de investigación y formación continua.

A ella nunca le gustó estar quieta en su tiempo libre. En el bar, mientras divisa las inmediaciones de su lugar favorito en la infancia, el parque de San Lázaro, comenta que años atrás se matriculó en Derecho. «Por interés, no porque quisiese dedicarme a ello», comenta. Ahora, con 66 años, su asignatura pendiente no está en el hospital, sino en las aulas. «Así que me inscribí en el campus al ciclo de estudios para personas mayores», concreta.

«Ahora los niños tienen tantas cosas que pierden ilusión por conseguirlas»

Fina Rodríguez camina por el parque de San Lázaro y hay rincones que le evocan recuerdos: amigos, vivencias. El parque ha cambiado, ella también y, posiblemente, la infancia sea algo muy diferente a lo que experimentó en su época. «Viví años muy bonitos. Llegamos de Velle cuando yo tenía seis, y aquí no nos aburríamos. No es que tuviésemos nada en especial, pero mis amigos y yo lo pasábamos bien hablando», dice.

Entre líneas, ella se refiere al uso constante del teléfono móvil. Vivió en la calle Cardenal Quevedo y, cuando llegó a las catorce primaveras, su familia se mudó a un piso en Temes Fernández. Pero no dejó a su pandilla de siempre. San Lázaro fue, es y será su rincón ourensano. «Con la infancia pasa así: o la vives o la pierdes para siempre», reflexiona. Y ella explica dónde ve un cambio notable: «Ahora, los niños tienen tantas cosas que, en ocasiones, parece que pierden la ilusión por conseguirlas».

Quién es

Nació en Velle en 1953. Fue enfermera en el área de quirófano desde el año 1991, en la Residencia Nosa Señora do Cristal.

Trayectoria

Trabajó en el Hospital desde el año 1976 como auxiliar clínica, técnica de laboratorio y, tras conseguir su plaza, como enfermera hasta su adiós.

Su rincón

El parque de San Lázaro, por los recuerdos y vivencias de su infancia, es el lugar escogido por Fina para tomarse un café. Cuando ella tenía seis años, su familia se mudó al centro de Ourense desde Velle. Ya no dejó de reunirse con su pandilla desde entonces.