Lamentablemente no creo que necesitemos un parque acuático. Mucho menos dos. Tampoco un hotel balneario en la ciudad que sumar a los que ya tiene la provincia. De la misma forma que no se me ocurre plantear en Ourense un aeropuerto, un zoológico o un mar. Todo ello me parece fascinante y, por supuesto, por pedir y por querer que no quede. Pero vaya, que puestos a analizar las necesidades -según la RAE: aquello a lo cual es imposible sustraerse, faltar o resistir- de esta ciudad, creo que en ningún caso se nos ocurriría mencionar un parque acuático. Entiendo y comparto que en la vida no solo importan las necesidades y que no funcionamos exclusivamente en torno a ellas, pero desconfío totalmente del absurdo y tiendo a alejarme de él. Me explico, no puede ser que alguien que lleva días sin comer opte por comprarse pantalones en lugar de bocadillos. Pues esto es algo similar. Tenemos un amplio recinto a orillas del Miño, el de la Chavasqueira, sin rehabilitar desde que se incendió en abril. Por no hablar de los adoquines levantados de las aceras, del pavimento de varias calles del centro hecho trizas, de los contenedores soterrados inutilizados o de la plaza de Abastos desintegrándose en un lateral de la Alameda. Todo ello son aspectos que requieren de atención y de solución por parte de las autoridades pertinentes, en resumen, de prioridad, mucho antes de ponerse a crear parques de atracciones de agua -sea termal o no-. Pero bueno, esto es lo que cabe esperar de alguien que no tiene claro si mantener el servicio de vigilancia a las víctimas de violencia de género. Sin duda, los problemas son otros. Y son de otros.