«Me hice su amiga para poder seguir viva», relata la víctima de un rapto

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

El principal acusado niega los cargos: «Ella quería casarse conmigo», alegó ante el tribunal de la Audiencia

16 oct 2019 . Actualizado a las 20:00 h.

Un rapto durante el cual la víctima sufrió todo tipo de vejaciones, o una estancia voluntaria a la que la denunciante podría haber puesto fin en cualquier momento. Son las tesis opuestas sobre los hechos que tuvieron lugar entre el 7 y el 26 de enero en una infravivienda de la capital ourensana y que desde este miércoles se juzgan en la Audiencia Provincial de Ourense. En el banquillo de los acusados, seis integrantes de una misma familia, conocida policialmente como el Clan Madriles y acusados de haber retenido contra su voluntad a una joven con la que uno de ellos, Javier G. J., había pasado una noche. Tras aquello, el 6 de enero volvieron a coincidir, pero ella cree que él le echó droga en la bebida para forzarla sexualmente y, después, llevarla a su casa, en la rúa Dalia. «Me desperté en la cocina, llena de golpes y rodeada de toda la familia», explicó. Contó que Javier le quitó el móvil y que, en los días posteriores, sufrió todo tipo de abusos. Le daban alcohol y drogas y la obligaban a salir a robar, además de forzarla sexualmente, siempre Javier, golpearla y privarla de comida. «Si lloraba era peor; me hice su amiga para poder salir viva», relató. El acusado dijo ser inocente. «Ella quería casarse conmigo», aseguró, negando haberla retenido y llamándola «problemática». Sus padres y hermanos corroboraron esta versión, si bien la progenitora, Ana J. G., admitió que ella le tenía que dar la comida a escondidas a la víctima, a la que ponía «miel y vinagre» para disimular sus hematomas.

«Temblaba, olía mal, tenía golpes y cortes en la cabeza; su mirada era de terror»

El 26 de enero del 2018 la víctima se presentó en la comisaría de policía acompañada de dos de sus presuntos captores. Había estado en casa de los Madriles desde el 7 de enero y los agentes de la unidad de protección de la familia, que le hacían un seguimiento desde el 2014 porque había sido víctima de violencia por parte de una antigua pareja, habían intentado en varias ocasiones contactar con ella en esa vivienda, pero cada vez que la iban a buscar no estaba. Ella los había llamado el 8 de enero, en una comunicación que a los agentes les resultó sospechosa: «Si me pasa algo, ya sabes. Javier me cuida», les dijo. «Nos pareció extraño y empezamos a ir a la casa, pero nunca la veíamos a ella, aunque al resto de la familia sí», relató una de las agentes que hizo el seguimiento. Sí contactaron con Ana, la madre de Javier, quien llegó a decirles lo siguiente: «No puedo entregártela porque Javier está muy nervioso, mañana te la llevo a comisaría». Esto hizo que los agentes se personaran de nuevo en la vivienda para buscarla y que, poco después, se produjera una «entrega» que, a juicio de los policías era sinónimo de que la víctima había estado retenida contra su voluntad. Cuando la vieron, corroboraron sus sospechas. «Temblaba, su mirada era de terror», explicó una agente, describiendo que la chica «olía mal, tenía tijeretazos en el pelo, cortes en la cabeza y muchos golpes». Liberada de sus presuntos captores, que serían arrestados poco después, y ya bajo custodia policial, pudo relatar «el infierno» que había vivido en las semanas anteriores. «Dijo que la habían tenido atada en una habitación y que la obligaban a robar y a mantener relaciones sexuales», explicó otro funcionario policial. Cuando las fuerzas policiales registraron la vivienda, en la que había numerosas armas blancas, la habitación estaba «limpia y recogida».

Expulsiones de la sala y amenazas entre hermanos: «Tú me matas, o te mato yo a ti»

No es la primera vez que los integrantes del Clan de los Madriles se ve involucrados en hechos delictivos. Por ese motivo para el juicio de la Audiencia provincial se puso en marcha un especial dispositivo de seguridad encaminado a evitar enfrentamientos entre los seis acusados y los familiares de las víctimas. Hasta apenas unos minutos antes del juicio la entrada al pazo de Xustiza permaneció acordonada e incluso se retrasó el acceso de los medios de comunicación a la vista.

No fue posible, sin embargo, evitar que dentro de la sala surgieran las rencillas entre los propios acusados, llegando a producirse situaciones violentas que requirieron la presencia de ocho agentes policiales. Fueron continuas las intervenciones de Javier, el principal acusado, quien terminó expulsado de la sala tras se haber sido advertido en varias ocasiones de que no podía hablar, pero el momento más tenso se vivió tras el interrogatorio de su hermano Alberto. Aunque exculpó a Javier del rapto, sí reconoció que su hermano tiene un carácter violento y que había pegado en alguna ocasión a su madre y a su padre, un hecho que motivó que él decidiera poner tierra de por medio. «Me fui a Asturias para no meterme con mi hermano, porque yo también soy agresivo. Él es un lobo, y yo otro lobo», reconoció. Preguntado por si sabía que a la víctima la habían sometido a abusos sexuales, negó tajantemente ser conocedor de ello. Y fue mas allá. «Si llego a saberlo, mato a mi hermano», advirtió antes de recibir respuesta del aludido: «O te mato yo a ti». Tuvieron que intervenir los agentes para separarlos y Alberto fue obligado a abandonar la sala.