
Medio Ambiente ha detectado indicios de presencia del animal en tres concellos de la provincia en lo que va de año
09 sep 2019 . Actualizado a las 08:13 h.Como ocurre en la adolescencia de los humanos, la bisoñez de algunos osos pardos de las montañas de Os Ancares les ha llevado recientemente a alejarse de sus núcleos de infancia. Durante este año 2019, la Consellería de Medio Ambiente ha documentado indicios de la presencia del animal en la provincia de Ourense en tres ocasiones, en el triángulo que conforman las localidades de Vilamartín de Valdeorras, Vilariño de Conso y Carballeda.
Fernando Bienzobas, biólogo de la Fundación Oso Pardo y coordinador del proyecto Life en la serra do Courel, explica que «ya hace años en las montañas de Enciña de Lastra hubo algún dato al respecto y también en la zona limítrofe con Quiroga». Bienzobas recuerda que el oso nunca desapareció del todo en Os Ancares, y ahora intentan que la financiación obtenida de la Unión Europea les ayude a asentar al animal en los territorios adscritos a la Red Natura en O Courel.
En esa lenta, pero continua expansión del oso, sospechan que uno o más ejemplares han decidido explorar otras latitudes en Ourense e incluso Portugal. «Es una hipótesis, pero pensamos que son ejemplares jóvenes, machos que buscan nuevas zonas y no tienen un destino concreto». En el país luso, la primera aparición fue en el parque natural de Montesinho, lindando con Ourense y Zamora. «No sabemos si son movimientos de dispersión, pero es previsible que esta presencia en Ourense vaya aumentando en el futuro», explica Bienzobas.
Lo que sí parece claro es que se trata de una buena noticia. El biólogo de la Fundación esboza un plan de cocción lenta para recuperar la especie: «No debemos tener prisa, pero hay un crecimiento evidente desde hace diez años». Desde Medio Ambiente, por su parte, celebran que «los ejemplares subadultos exploren futuras localizaciones para instalarse y hábitats favorables para su expansión», porque las interpretaciones sobre el regreso del oso suelen llevar a temores infundados.
«Es un animal muy tímido e huidizo. Pasan desapercibidos hasta que hacen algún ataque a las colmenas», dice Bienzobas en relación a la aparición del mamífero en zonas habitadas por el hombre. Las cámaras de fototrampa son útiles para saber cuándo tienen lugar estas travesuras del animal, porque a juicio de Bienzobas «la mayoría de los conflictos se pueden prevenir» y en ello consiste, en cierta manera, el proyecto que dirige: anticiparse a posibles problemas de convivencia en el futuro.
Los osos jóvenes, en movimiento
Por ahora, siguen de cerca los restos y pistas que dejan los ejemplares más jóvenes, aventureros a su manera. «Hasta que cumplen un año y medio están con la madre. Pero cuando cumplen tres o cuatro ya hacen vida independiente. En el caso de las osas hembra, al ser filopátricas, se quedan cerca de donde nacieron, pero los machos se dispersan», explica el biólogo. Esta es una de las causas que explica el desvanecimiento del aislamiento genético entre los dos núcleos de oso en la Cordillera Cantábrica, lo que ha derivado en el aumento de ejemplares.
Bienzobas estima que solo en la zona occidental del Cantábrico, entre los Ancares lucenses, leoneses y el suroeste de Asturias, hay cerca de 300 osos. Se está realizando un seguimiento de las osas reproductoras para evaluar su actividad, menor en Galicia y focalizada principalmente en las montañas del este de Lugo. Pero por ahora, otro de los retos pasa por asumir el progresivo aumento de la presencia del oso. «Los apicultores de O Caurel la aceptan bastante bien», detalla el investigador. Y dice que el animal no impide las actividades de caza en los entornos rurales, sino que se adapta a ello siempre y cuando se extremen las precauciones. Y es que como ocurre con el grueso de la sociedad, parece una cuestión de empatía.