«Todos nacimos aquí, en esta casa. Lo normal es que las raíces tiren de ti»

sara pérez / R. N. P. OURENSE

OURENSE

Íñigo Rolán

Padre, hijos y nietos comparten su día a día en la cocina del Restaurante Valilongo

05 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En el Restaurante Valilongo empezaron poquito a poco. Despacito y con buena letra, como dirían algunos. Quizá ahí resida la clave de los éxitos que han ido recogiendo con el paso del tiempo. Y no me refiero al reconocimiento profesional, que también, sino al personal. La relación que mantienen y tejen cada día con cada uno de los clientes que acuden a sus mesas es especial. Como la comida que sirven. Los suegros de Miguel Álvarez Cañal (El Bierzo, 1938) pusieron la primera piedra en la historia del restaurante hace ya ochenta años. En aquellos tiempos, montar un negocio no tenía mucho que ver con seguir una pasión, más bien era ir detrás de una necesidad para cubrirla.

Empezaron de cero. El primer paso fue la compra de una vivienda en Valilongo, en el pueblo. Y decidieron abrir una casa de comidas. «No había razón alguna para pensar que aquello tenía una explicación lógica. Mi abuelo era cartero, y mi abuela se encargaba de la casa», asegura Dori Álvarez, una astilla que continúa con el negocio familiar. En su carta tan solo figuraban «un par de platos y nada más». Sí es cierto que los productos que llegaban de la caza y de la pesca tenían un lugar asegurado en la mesa. De aquellas, las truchas eran un plato recurrente. Miguel Álvarez Cañal pertenece a la segunda generación. Fue ésta la que aportó una nueva visión al negocio. En torno al año 1970 edificaron un nuevo local al que trasladaron su restaurante. A partir de ese momento contaban con un bajo, un comedor y en la parte superior un par de habitaciones. Además, la etapa de los cocidos comenzó también en este instante, con Miguel al cargo. Ochenta años después, el restaurante continúa siendo un referente y se le reconoce la experiencia cocinando el plato. En el año 2013 le concedieron al Restaurante Valilongo el premio por el mejor cocido.

La esencia del negocio no ha cambiado desde entonces: la clave de su éxito es el trato familiar y la comida tradicional. Cocido, en temporada, y callos, todo el año, es lo que más se demanda. Lo único que la tercera generación ha modificado en el negocio son los postres. Pero no de una forma substancial. Anteriormente se compraba la fruta confitada en bote, como la piña o el melocotón. Ahora lo realizan todo en el restaurante, desde el inicio hasta que se sirve en la mesa. Flanes, mousse, tarta de queso, de limón o requesón con miel son algunos de los postres estrella del negocio.

Cierran dos días al año, en Navidad. O en alguna festividad, pero no es algo habitual. «Abrimos las puertas sobre las nueve de la mañana. El ritmo de las comidas empieza a la una y no finaliza hasta las cuatro», afirma Javier Álvarez, la otra astilla. Durante los meses de verano solo dan comidas, y las cenas siempre bajo una reserva.

La familia es la familia

En Valilongo, desde que se cruza la puerta, se respira un trato que los diferencia, sin lugar a dudas, de muchos otros locales que se dedican a la hostelería. Una relación que se define bajo la palabra «familiar». Generación tras generación han invertido profesionalmente su tiempo en sacar adelante el negocio. «No hay ninguna razón por la que decidimos continuar con el restaurante. Todos nacimos aquí, en esta casa. Lo normal es que las raíces tiren de ti», comenta Dori. Pero Restaurante Valilongo ejerce también como una casa para otros que no trabajan allí. Todavía. Hijos, parejas y nietos, crean sus recuerdos dentro de esas paredes. Digo todavía porque entre los planes de los que conforman la cuarta generación de la familia, está la gerencia del negocio. María lo tiene claro. Y Lorena. Y Josu. Y Paula también. «Claro que quiero continuar con el restaurante, sí, pero quizás complementarlo con alguna cosa más. Estar aquí todos los días pero hacer algo más», afirma la hija de Dori.

El padre. Miguel Álvarez, oriundo de El Bierzo que remata en Galicia. Sus suegros comenzaron con el restaurante.

Los hijos. Dori Álvarez Domínguez (Valilongo, 1967)y Javier Álvarez Domínguez (Valilongo, 1975). Los hermanos decidieron formar parte activa del Restaurante Valilongo hace nueve años.

La cuarta generación. Ellos son los nietos de Miguel. María, Josu, Lorena y Paula. Lo saben todo sobre el restaurante, pues han vivido en él toda la vida. Será la siguiente generación que regente el negocio.

Zubizarreta, José Ribagorda y Miguel de Lira estuvieron en el restaurante

A la pregunta de a cuántas personas se pueden atender en una jornada, se escucha por lo bajo «no cuentes mentiras, no hagas como los cazadores». Pero lo cierto es que en un día normal entre semana, en el Restaurante Valilongo pueden llegar a dar sobre unas sesenta comidas. En el fin de semana, la cifra llega casi hasta el centenar. Además, los números ascienden durante la temporada del cocido y los dos meses de verano. En resumen: muchas personas han comido, comen y comerán en Valilongo. Y aunque cada una de ellas es importante y especial para ellos -pues esa es su filosofía-, hay algunas que destacan un poco más que otras. Como es lo normal. Por sus mesas han pasado periodistas, futbolistas, políticos y gente de interés público. Feijóo, Sito Miñanco, Miguel de Lira o Zubizarreta han degustado sus platos. «José Ribagorda vino a comer los callos de aquí en una ocasión», asegura una de las hermanas que no forma parte del negocio pero sí de la conversación.