La ourensana Lucía Méndez triunfó en la liga de Paraguay, donde salió campeona con su equipo

jacobo rodríguez

OURENSE

cedida

La ala-pívot regresó con un título en lo deportivo y con una vivencia personal de incalculable valor

17 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lucía Méndez quiso vivir una nueva experiencia con el baloncesto fuera de España y no pudo ser más enriquecedora en lo personal y positiva en lo deportivo con la consecución del título en Paraguay. Fueron apenas 72 días en un país totalmente diferente en todos los sentidos y cuando Lucía cuenta su experiencia lo que más impresiona no es tanto su vivencia deportiva, si no todo lo personal y humano que le impactó y llega a impactar incluso al que no lo vivió en primera persona con lo cuenta y cómo lo cuenta.

-¿Cómo se decidió a emprender esta experiencia?

-Llevaba años queriendo hacerlo, pero no pude por diversas causas y cuando me llamaron del Sol América no me lo pensé y creo que acerté porque supuso un beneficio físico al no estar parada cinco meses, a nivel económico porque tampoco cobras y a nivel personal como vivencia y en lo deportivo al ver un baloncesto diferente.

-Intuyo que lo que más le marcó fue la vivencia personal. ¿Hay muchas diferencias con España?

-Es totalmente diferente. Forma de vida diferente, forma de ser diferente y en general ves muchas cosas o vives muchas situaciones que te marcan para el futuro.

-¿A qué situaciones o vivencias se refiere?

-Allí hay mucha pobreza y situaciones trágicas a nivel familiar que vives de cerca en compañeras de equipo. Nadie puede vivir del baloncesto y deben trabajar de 8 a 5 por 500 o 300 euros, tienen media hora para comer y luego entrenar y hacerse cargo de familias, a pesar de su juventud. Allí la gente tiene que vender todo para pagarse la sanidad porque es carísima. Me reconfortó mucho todo lo vivido porque ahora valoraré todo mucho más, de hecho el día que me iba ya les dije que por encima de todo lo mejor había sido lo humano.

-Cuéntame una experiencia que le haya marcado.

-La pobreza que hay y que los niños no están protegidos como aquí. Por ejemplo yo al salir de mi casa todos los niños tenía en la esquina de la calle al mismo niño que ni siquiera se podía levantar a pedir por las condiciones en las que estaba y no paraba de llorar. Me impactaba mucho, como cuando un día fuimos a cenar a un restaurante y había muchos niños en la calle y al comprarle comida no vi a nadie comer tan rápido y con tanta ansiedad en mi vida y son imágenes que duelen mucho y con las que lloré mucho.

-Con lo que me cuenta, imagino que a nivel de seguridad la cosa no estaría mucho mejor.

-Yo tuve un coche con los cristales tintados con los que tenía que desplazarme a todos los sitios, incluso a escasos metros de donde estuviese. Nunca pude ir sola por la calle y hasta que te indicaban las calles por las que no debías circular ni el coche. Nunca me pasó nada, pero tienes sensación de inseguridad y toda la gente te lo transmite con razón.

-¿Y a nivel deportivo que se trajo de Paraguay?

-El nivel es más bajo que aquí porque los partidos, salvo entre los tres primeros acaban con diferencias de 70 u 80 puntos. Hay mucho más contacto físico y dureza que aquí y el ritmo de juego es altísimo. Lo que me aportó es aprender a recibir en la zona, porque además jugué de cinco y seguro que me hice más fuerte.

-Y el broche de oro fue la consecución del título. ¿Lo esperaba?

-La verdad es que no. Tenía claro que íbamos a jugar la final, pero ahí pensaba que ante un equipo con dos jugadoras de liga femenina 1 de España no seríamos capaces. Fue muy igualado y lo que más me impactó fue la seguridad, la convicción y confianza que tienen en sus posibilidades que fue lo que nos dio la victoria al contagiarnos a todas. Me emocioné al ganar el título porque todo lo vivido y tuve que contener las lágrimas al final del partido.