Los forenses dicen que no es posible determinar las causas de la muerte del holandés de Santoalla

La Voz OURENSE

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Agostiño Iglesias Otero

Del esqueleto solo se pudo recuperar el 13 % y la ausencia de la parrilla costal eliminó las posibilidades de hallar evidencias sobre el empleo de una arma de fuego

20 jun 2018 . Actualizado a las 21:49 h.

Cuatro años se cumplen hoy del hallazgo de los restos del cadáver del holandés Martin Venforderm en un paraje situado a casi veinte kilómetros de Santoalla, la aldea de Petín de la que había desaparecido el 19 de enero del 2010. Tres días antes apareció quemado el todoterreno. La casualidad y la buena vista del piloto de un helicóptero permitió llegar a él. Solo había huesos, apenas un 13 % del esqueleto humano, según dijeron ayer los peritos Fernando Serrulla y Ana Losada. Ni indicios ni evidencias pudieron encontrar sobre el origen de la muerte. De la parrilla costal no quedaba nada. Hubiera sido determinante, en el supuesto de haber recibido en el pecho el disparo mortal, pues, como explicaron los forenses, los perdigones hubieran quedado en las costillas. La rutina de los carroñeros dice que empiezan por el pecho, sobre todo si existen lesiones. Los primeros huesos que desaparecen son los que están deteriorados. De los que se localizaron algunos presentaban restos de mordeduras. Del cráneo tampoco se pudo lograr nada. Por eso, la causa de la muerte no está clara y «solo las circunstancias» llevan a concluir su carácter de violenta y homicida.

Que los restos ?hallados entre 150 y 200 metros del lugar donde apareció el coche? corresponden a Martin está fuera de duda. Lo pudo confirmar la Guardia Civil con las pruebas de ADN, contrastadas con un hermano de la víctima y con las muestras obtenidas en el 2010 de un cepillo dental del hombre cuando solo era un desaparecido.

La tercera sesión de la vista dejó, por otra parte, un perfil del acusado a quien la fiscalía señala como autor del disparo mortal, Juan Carlos R. G., como un hombre explosivo e incapaz de planificar, conocedor de la diferencia entre el bien y el mal, pero no capaz de entender las consecuencias de sus actos, de acuerdo con el diagnóstico forense. Miguel Bautista, alcalde de Petín, también acudió en calidad de testigo. Sin datos sobre las diferencias que mantenían las dos familias, aseguró que la víctima era una persona muy reivindicativa.

Los dos voluntarios de una oenegé que trabaja en la cárcel de Pereiro con internos que requieren atención específica, lo presentaron como alguien infantil, «básico», con quien les costó empezar a hablar.

Con un cociente intelectual de 64 ?cuando la normalidad ronda entre 85 y 100? y una discapacidad del 58 % con una minusvalía reconocida del 65 %, Juan Carlos R. G. se enfrenta a una acusación de asesinato, delito por el que pide la fiscalía diecisiete años de cárcel, sin solicitud de condena para su hermano Julio, por encubrimiento.

La vista finaliza mañana. La decisión corresponde a un jurado.