Viticultura y cambio climático

Vicente Sotes FIRMA INVITADA

OURENSE

Santi M. Amil

10 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los efectos del clima sobre el viñedo tienen una gran incidencia económica y tecnológica, por lo que muchos productores son conscientes de la problemática del cambio climático y están estudiando los posibles riesgos y oportunidades. En el clima es frecuente la variabilidad: el clima de un lugar se define como el patrón de las condiciones meteorológicas observadas durante un período de tiempo prolongado (30 años, según la OMM). El término cambio climático se refiere a una alteración de las condiciones medias, mientras que la variabilidad climática se refiere a las fluctuaciones con respecto a la media, que pueden determinar el efecto añada en las cosechas o las anomalías de la precipitación por su duración, cantidad, intensidad, distribución espacial y tipo ( lluvia vs. nieve) y de la temperatura por cambios en la duración de las olas de calor o las heladas.

El cambio climático es una realidad. Las actividades humanas están causando un incremento de gases en la atmósfera, que alteran el balance de energía terrestre y consecuentemente las temperaturas y los regímenes hídricos. Las alteraciones climáticas no son uniformes en todas las regiones, y por tanto el cambio climático tiene distintas implicaciones regionales y locales. Existe un consenso científico de que la temperatura media mundial del aire en la superficie de la tierra ha aumentado más de 0,7 grados centígrados durante los últimos 100 años, y que los cinco años más cálidos se han registrado en todo el mundo durante los últimos diez años (el año 2017 es el más cálido de la historia y el 2016 es el segundo).

El clima de una zona determina las características del vino obtenido, especialmente su tipicidad, por el efecto en el desarrollo de los procesos de maduración y en la adaptación del ciclo de las variedades, por lo que un cambio climático puede originar la pérdida de la producción específica de ciertas regiones. En general se ha observado un adelanto de los estados fenológicos (brotación, envero y maduración) y alteración de la calidad del vino (aumento del alcohol, bajada de la acidez, pérdida del color y modificaciones del perfil aromático). De la misma manera las nuevas condiciones climáticas pueden favorecer el desarrollo de la vid en zonas donde actualmente no es posible su cultivo, lo que origina una reconsideración de las áreas vitícolas en el futuro.

Para afrontar los efectos del cambio climático se consideran dos aspectos: mitigación y adaptación. La mitigación se refiere al control de las emisiones de gases y hay un esfuerzo global para promover políticas con sensibilidad ambiental para evitar que la temperatura terrestre aumente 2 grados y no resulta fácil mantener estos acuerdos por intereses particulares de los países. Pero el viticultor debe ser consciente del interés en realizar un cultivo sostenible, protegiendo y optimizando el uso de los recursos naturales.

Con la adaptación se trata de ajustarse al nuevo clima anticipándose a los riesgos para evitar los daños o buscar medidas para reducir los impactos, adecuando las variedades y las prácticas vitícolas (sistemas de conducción y poda, trabajos del suelo y manejo del agua). Particular importancia tienen las características geográficas de los viñedos (altitud, pendiente, exposición y orientación), que en el caso de las zonas vitícolas ourensanas es muy importante porque se presentan unas situaciones muy diferentes dentro de ellas que pueden ser determinantes en los resultados. En ensayos realizados por la Estación de Viticultura de Galicia en estos entornos ourensanos y con las variedades típicas se han puesto de manifiesto las tendencias evolutivas del clima y las respuestas particulares.

Es un reto de la sociedad y de los viticultores avanzar en el conocimiento para buscar una respuesta positiva a los efectos del cambio climático, que está aquí.

Vicente Sotes es catedrátido de Viticultura de la Universidad Politécnica de Madrid