«En mi caso el riñón perfecto tardó en llegar ocho interminables años»

edith filgueira OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Ángela Rodríguez dependió la diálisis hasta que apareció un donante compatible

07 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La ourensana Ángela Rodríguez tenía una enfermedad hereditaria y no lo supo hasta que cumplió 30 años. «Se llama poliquistosis y hace que, en la cuarentena, comiencen a fallar los riñones. Así que desde que empezó el calvario hasta que recibí el órgano pasé ocho años en diálisis», relata ahora, totalmente, recuperada. Ayer fue el Día Nacional del Donante y Ángela acudió a la carpa de la calle del Paseo que instaló la Asociación para la Lucha contra las Enfermedades Renales (Alcer) con la intención de concienciar a las personas de la importancia de regalar vida. Y es que, en la provincia de Ourense, tan solo se realizaron siete donaciones a lo largo del 2017 -la misma cifra que el año anterior-.

En su caso descubrió, de repente, que necesitaba un riñón nuevo y ahora quiere que los que se encuentren en su misma situación no tengan que vivir a expensas de una máquina como tuvo que hacerlo ella durante tanto tiempo. «Me hice las pruebas de la enfermedad porque mi hermano la tenía y el médico de cabecera me recomendó los análisis para saber a qué atenerme. En cuanto di positivo ya me incluyeron en la lista de espera. Lo que pasa es que en mi caso el riñón perfecto tardó en llegar ocho interminables años porque no aparecía ningún donante compatible», explica echando la vista atrás. Ocho años que califica de «sinvivir» por no poder llevar una vida normal. «Mientras estás haciendo diálisis no puedes beber casi nada porque cuanto más líquido acumula tu cuerpo más te tiene que extraer luego la máquina y más sufre el corazón. Así que desde que te levantas estás controlando todo lo que comes y todo lo que bebes», añade. «Tanto me acostumbré a controlar la cantidad de líquido que ingería que después de trasplantarme el órgano las enfermeras me tenían que recordar que bebiera para que el nuevo riñón trabajase», recuerda con una sonrisa que deja a un lado las preocupaciones del pasado.

Ángela no fue la única persona que ayer compartió su experiencia en el Día del Donante. Hace catorce años que José Luis Cambeses vive con un hígado que antes fue de otra persona. Y tuvo, según cuenta, doble suerte porque el tiempo que su nombre apareció en la lista de espera fue poco -siete meses- y porque su cuerpo no rechazó el órgano con el que ahora funciona a la perfección. «Aos catorce días da intervención xa camiñaba pola rúa e ata o de agora non tiven ningún problema, aínda que intento coidarme de tódolos xeitos posibles», explica Cambeses, de 66 años. «A min o problema descubríronmo nunha revisión da empresa porque me saiu o ferro moi alto. E a hemocromatosis é unha enfermidade que che vai deixando sen forzas. Así que eu estaba ido totalmente e non tiña ganas de nada. Recibir o fígado foi como recibir unha segunda oportunidade para vivir», recuerda sobre los días anteriores a la intervención.

Por su parte Francisca Ferreiro, de 65 años, lleva veinte conviviendo con el segundo riñón que le trasplantaron. «A los cinco años y medio el cuerpo rechazó el primero que recibí y tuve que volver a diálisis ocho meses, pero tengo que reconocer que aún así no me puedo quejar porque hay gente que espera mucho más por un solo órgano», apunta consciente de su doble fortuna, aunque confiesa que el miedo también fue doble.