Tres mil residentes de otras provincias se instalan cada año en Ourense

m. v. OURENSE / LA VOZ

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Pontevedra y A Coruña son los territorios de los que proviene la mayor parte de los nuevos vecinos

30 mar 2018 . Actualizado a las 10:01 h.

La pérdida de población es un fenómeno imparable en Ourense desde hace tiempo. La provincia, que en la década de los 60 del siglo pasado llegó a contar con 490.000 habitantes, pasó la frontera del siglo XXI con apenas 330.000 residentes y, desde entonces, este capítulo sigue en caída libre. Al cierre del pasado año la población había vuelto a desplomarse hasta los 309.986 ciudadanos, y si se mantiene la tendencia actual -con más muertes que nacimientos y muchos jóvenes marchándose fuera para trabajar- todo indica que 2018 volverá a marcar otro mínimo histórico.

Sin embargo, hay algunos marcadores que palían la sangría demográfica. Son, fundamentalmente, los que constatan el regreso de emigrantes que hace décadas dejaron sus pueblos natales para buscarse la vida en Suiza o Alemania, así como en los países de América Latina, y también la llegada de ciudadanos procedentes del territorio nacional.

Así, y de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística, la provincia recibe cada año unos tres mil nuevos vecinos llegados de otras provincias. El flujo migratorio se ha ralentizado algo en el último año y medio, pero llegó a superar las 4.000 personas en el 2010, cuando la crisis económica ya comenzaba a asomar. En el 2016 fueron tres mil los nuevos vecinos llegados desde la península, mientras que en el primer semestre del año pasado -último dato del que se dispone- ya se habían contabilizado otros 1.500.

Y resulta que la mayor parte de esos nuevos residentes proceden del entorno. Pontevedra es, de hecho, la provincia que más aporta. Desde el 2016 han llegado casi 1.000 personas. En cuanto a A Coruña, los últimos datos evidencian que, anualmente, traspasa a Ourense cerca de cuatrocientos nuevos residentes, mientras que los que proceden de Lugo son una media de 230 por año.

Más allá de Galicia es significativa también la llegada de nuevos vecinos desde Madrid. La capital de España ha aportado 450 ciudadanos en el último año y medio. También Barcelona ha contribuido a fijar población, aportando 300 nuevos vecinos en ese mismo tiempo. Del País Vasco, un lugar tradicional de emigración, llegan sin embargo apenas un centenar cada año.

En cuanto a la población extranjera, su llegada a Ourense tiene una importancia menor. Hasta junio del año pasado se contabilizaron 647 nuevos vecinos llegados de otros países, mientras que en todo el 2016 la cifra había alcanzado los 1.200.

«En Vigo el trabajo escaseaba y ahora en el pueblo llevamos una vida feliz», cuenta un matrimonio llegado desde Vigo a Quintela de Leirado

En el municipio ourensano de Quintela de Leirado bajaron del millar de vecinos hace ya varios años. La zona apenas tiene industrialización y muchos de sus habitantes, acuciados por las limitadas oportunidades económicas, han ido emigrando a otras provincias o a otros países. En 1991 la localidad tenía 1.047 residentes, pero hoy son 615 los que allí tienen fijada su residencia, de los cuales 344 son mujeres y 271 hombres.

Pero también ha habido excepciones a la fuga de población y la del matrimonio integrado por Pili Fernández y Raúl Pérez, y sus dos hijos, ha sido una de ellas. Llegaron hace unos años desde Vigo, una ciudad en la que la vida les resultó complicada cuando estalló la crisis. Ahora son felices. «Teníamos empleo pero cuando empezaron a complicarse las cosas el trabajo empezó a escasear y decidimos dar un cambio a nuestras vidas», cuenta Raúl. Para él fue un camino de regreso a su pueblo natal, del que se había ido años antes para buscar un porvenir. En la ciudad olívica conoció a Pili y establecieron allí su residencia. «Estuve en Vigo 23 años y no vivía también como ahora», cuenta el hombre. Se enteraron de que el supermercado del pueblo iba a cerrar y pensaron que sería buena idea cogerlo para volver a empezar. Después también se hicieron cargo del bar y ahora han sumado el estanco. «No somos ricos, pero nos da para vivir», cuentan. En verano, cuando el pueblo suma habitantes con los que vuelven por vacaciones, también llevan el bar de la piscina municipal. «Somos una familia de cuatro y creo que le estamos dando un poco de vida al pueblo, animamos a la gente a que haga lo mismo, que se vengan a vivir al rural; para nosotros ha sido la mejor decisión que podíamos haber tomado», explica Pili. Como puntos a favor señalan, por ejemplo, el bajo precio de la vivienda. «Aquí puedes alquilar una casa buena por 70 o 80 euros. Nosotros conocemos a gente que vive en ciudades y que llega justa a fin de mes, pero en Quintela puedes vivir con menos dinero, todo es más barato», asegura. «Tenemos estabilidad y tranquilidad, creo que si ahora me ofrecieran volver a Vigo por 2.000 euros al mes, no lo aceptaría», admite Raúl que también recuerda que desde el Concello todo han sido facilidades para su instalación. «Al principio nos ayudaron mucho, incluso con material escolar los niños», dice.