La prueba de una «Galicia caníbal» con la provincia de Ourense

Alberto Saco TRIBUNA ABIERTA

OURENSE

26 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay tres constantes en la historia de la dualidad costa-interior en Galicia. De un lado, los hechos demográficos y económicos. En paralelo, el discurso de la clase política autonómica, que lleva décadas hablando de «corregir los desequilibrios territoriales entre el eje costero y el interior». Los hechos nos hablan de la falta de coherencia entre discurso y política efectiva. Esto es así porque la tercera constante ha sido la práctica de solicitar fondos europeos basándose en el nivel de pobreza de la autonomía, su nivel de envejecimiento y dispersión poblacional, teniendo un gran peso en esa situación las zonas más pobres, despobladas y envejecidas: las del interior. Pero los fondos se van a financiar grandes infraestructuras que hagan viables las zonas urbanas costeras, caracterizadas por haber crecido sin planificación ninguna, hacia donde fluye cada vez más población al rebufo de las inversiones, las obras y la dinámica actividad económica.

Esto tiene su explicación en los mercados de votos que se movilizan en ambas zonas. La Galicia urbana y costera tiene un gran peso demográfico y económico pero insuficiente para conformar mayorías parlamentarias. El aporte necesario lo hacen los votos de las provincias del interior. Y, siendo un sistema no proporcional que prima el voto de las provincias menos pobladas, un voto del interior vale más que un voto costero. La clave está en el «precio» de cada voto en el «mercado político» Los votos del interior requieren mucha menos inversión. Una farola, una pequeña obra, el limitado empleo que se puede generar en el ámbito público local y la falta de perspectivas, hacen muy rentable (en términos coste-beneficio) movilizar el voto. A largo plazo hemos visto cómo se han consolidado y agravado las diferencias. Los habitantes del interior nos sentimos como viviendo en el patio trasero de la comunidad. Somos área de esparcimiento, fuente de recursos poco controlados y reserva cinegética, natural, cultural y patrimonial, residencial y hasta espiritual de las poblaciones urbanas. Pero, mientras esto siga así, muchos habitantes del interior solo nos veremos como «reserva indígena» dentro de una autonomía nacida para que no se ignoraran las necesidades específicas y reivindicaciones de sus pobladores. Curiosamente, los mismos que conservaron en mayor medida el idioma que nos diferencia, las costumbres ancestrales y esa forma de ser (que la clase política convirtió en bandera, himno, desfiles marciales de gaiteiros y demás) son los más ignorados y se están extinguiendo. Como diría Antón Reixa: una «Galicia caníbal».