«Los poderes públicos deberían ir más a educar y menos a castigar al menor»

pepe seoane OURENSE / LA VOZ

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MIGUEL VILLAR

Ourense dispone de un turno de oficio especializado para atención a los delitos de menores. El abogado Albino Ferreira coordina los cursos de formación de sus compañeros

10 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En el turno de oficio para menores trabajan en Ourense 135 abogados. Albino Ferreira Rivera (Ourense, 1973) es miembro de la comisión de justicia gratuita del Colexio de Avogados de Ourense y del Servizo de Orientación Xurídica. Es el encargado de los cursos de formación para los compañeros suyos que acceden a ese turno específico, el primero que se creó en Galicia.

-¿La idea que traen se corresponde con la realidad?

-Llegan con tres años de ejercicio profesional, que es la condición para acceder al turno. Tienen, por tanto, conocimiento y experiencia. Los informamos de aspectos propios de esta jurisdicción, como son la instrucción que realiza el ministerio fiscal de menores, las medidas que se pueden imponer y su ejecución.

-¿Cuál es el primer mensaje?

-En realidad es el mismo del turno general. Esta actividad requiere un compromiso no solo técnico, para la dirección de los asuntos, sino también social, ya que, al menos como yo lo entiendo, un turno de oficio independiente es la última trinchera de un estado de derecho que quiera garantizar un juicio justo. Un abogado de oficio tiene una importante función social en una democracia. Garantiza igualdad en un procedimiento, con independencia del patrimonio, sin que diferencia con el privado.

-¿Es muy distinto, de todos modos, tratar casos de menores?

-Durante la instrucción hay matices, pero donde está la mayor diferencia con otras jurisdicciones, y para nosotros también está el mayor problema, es en las valoraciones del Equipo Técnico. Proponen medidas para el menor, entiéndase penas, cuya dureza nos sorprende muchas veces.

-¿Cuáles son las situaciones más frecuentes en el turno?

-Lo más habitual son lesiones y delitos leves contra las personas y el patrimonio, aunque también están apareciendo casos relacionados con las redes sociales, violencia familiar de hijos a padres, e investigaciones iniciadas por absentismo escolar en las que los investigados son los padres.

-¿Un chico de 17 años puede ser tan adulto como alguien de 20?

-Estoy convencido de que no podemos tratar a un adolescente de 17 como a un joven de 20. Su formación y madurez como persona aún no se ha completado, y actuando desde el plano educativo y terapéutico es posible recuperarlos. Si metemos a un menor en el ámbito del derecho penal para adultos, cada vez menos inclinado hacia la reinserción, estaríamos agravando el problema.

-¿Diferencia perfiles entre los chicos a quienes asiste?

-Los adolescentes que acuden a fiscalía son de todo tipo. Debemos desterrar la idea de que solo proceden de hogares problemáticos, de cierta clase social, o de una concreta nacionalidad. Sin embargo, en cuanto a perfiles psicológicos, el Equipo Técnico de Ourense considera que generalmente son antisociales, criterio que los profesionales de este turno no siempre compartimos.

-¿No cree, entonces, que se detecten delincuentes futuros en esas primeras asistencias?

-Me resulta imposible creer que un menor de 18 años sea un delincuente en potencia. Esa condición sería discutible en adultos reincidentes, con los cuales la reinserción ha fallado, porque nuestro derecho penal y penitenciario abandona la reinserción, fruto de que los poderes públicos que ven más fácil incrementar penas que fomentar programas educativos y de reinserción.

-¿Hay algún elemento que anticipe el riesgo delictivo?

-El riesgo deriva de una concepción social. Un cambio de arquetipos que derive en una crisis de valores hace que los menores sean las primeras víctimas de nuevas tendencias sociales y de nuestros propios conflictos entre progenitores. Sin embargo, estas situaciones se pueden encauzar. Yo solo veo personas a las que se puede ayudar para que no vuelvan a delinquir, con grandes probabilidades de éxito si los poderes públicos se esforzaran y fueran más a educar y menos a castigar al menor. En Galicia tenemos una de las ratios por mil habitantes más pequeña de España en cuanto a condenados en juzgados de menores.

-¿Qué tal responde la administración a sus necesidades?

-Hemos conseguido que la Xunta de Galicia abone las salidas al centro de menores en el nuevo baremo. Creo que, en esa línea, es el momento de que el colegio de Ourense apueste por intentar establecer un Servicio de Orientación Xurídica específico para menores, que permita desplazar un abogado al centro cerrado que hay en Ourense. El turno de oficio ha de estar al lado de los más vulnerables, garantizando sus derechos.

«Con los padres hay que tener mano izquierda para que vean que no es una simple chiquillada»

La sensación de que hay casos de malos tratos y violencia de género entre menores, a edades cada vez más bajas, es motivo de creciente preocupación social.

-No tenemos estadística en Ourense, pero en Galicia solo seis menores de 18 años han sido condenados en 2016 con sentencia firme, según el INE, por violencia de género y doméstica. El problema puede radicar en que muchos casos no son denunciados, ya que, como establece el estudio sobre percepción de la violencia de género, uno de cada tres adolescentes acepta de alguna manera que pueda existir algún tipo de control por su pareja, y ese es un problema que no se soluciona con  normas y reformas penales sino con política educativa.

-¿Ha encontrado casos de chicos que se derrumban, quizás lloren, al verse detenidos?

-La actitud de estos jóvenes, tanto con nosotros como delante del fiscal, es normal. Generalmente nos escuchan e intentan seguir nuestros consejos. En cuanto a los padres, debemos de tener cierta mano izquierda con ellos, y desarrollar una labor didáctica sobre lo que implica un procedimiento penal, es decir, que no es una simple chiquillada.

-¿Ha vivido broncas de padres a hijos al verse en fiscalía? ¿Ve muchos casos de chicos consentidos, o muy consentidos?

-Hay progenitores, cierto, que se han visto superados en la educación de sus hijos por un nuevo entorno social. Hemos pasado de una sociedad analógica a otra digital en donde la satisfacción inmediata es la única opción. Ello genera una intolerancia a la decepción, a la frustración y a la autocrítica. En última instancia nuestros adolescentes son un producto de la sociedad, así que debemos revisar qué principios vitales y formas de actuación estamos dando como ejemplo a nuestros adolescentes.