«Usé el Camino de Santiago para contarle a mi hijo que tenía cáncer»

Ruth Nóvoa de Manuel
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Sandra Alonso

Javier Castro recibió un trasplante de médula hace 7 meses. Ayer, tras 18 días de ruta, llegaba a Compostela

19 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Gael, se me cae mucho el pelo. No sé si me llamarán la atención en los albergues». Eso le dijo Javier Castro a su hijo cuando hace dos años empezaron a hacer el Camino de Santiago -el niño en bici, él corriendo- después de que le detectaran un linfoma de Hodgkin. El chaval lo tuvo claro: «Córtatelo». Y Javier dispuso de la coartada perfecta para, casi jugando, hablarle a su hijo de la enfermedad. Se la detectaron hace dos años y medio, en la parte superior del cuello. Biopsia, quimio y, posteriormente, rescate: «Le llamamos rescate al momento en el que recaes del primer tratamiento. Ahí optan o por más quimio o por un trasplante de médula». Javier Castro se sometió a esa intervención hace siete meses y el pasado 1 de junio, de nuevo, se echó al Camino. Desde Francia. «Es un reto personal», aclara. Deja con la boca abierta y los ojos como platos a los otros peregrinos cuando se enteran de su enfermedad. A finales de este mes sabrá cómo ha evolucionado su linfoma. Al preguntarle cómo está, se divide: «Una cosa son los resultados, que aún no los tengo, y otra es como me encuentro y o. Yo me encuentro fuerte. El estado anímico es fundamental».

Javier, que desistió de leer en Internet sobre su enfermedad, reconoce que se pasa miedo al recibir el diagnóstico. Pero también habla de pena. «Es un golpe fuerte. Para mí lo fue, sobre todo, porque tengo un crío que ahora tiene 14 años. Era muy duro cuando miraba a mi hijo». Pero si el trance es duro, más duro es él: «Lo que yo pretendo es que la gente vea que estoy enfermo pero que sigo luchando, contra el cáncer y contra lo que me ponga la vida delante», explica.

Como en todo Camino los otros peregrinos se convirtieron en compañeros. Y en este caso un poco más. «Hubo una personas que se quiso hacer una foto conmigo para mandársela a su hijo», dice Javier emocionado.

A pesar de que su trasplante fue con células propias - «Tuve la grandísima suerte de que salieron un montón y de buena calidad»- recuerda que las donaciones son fundamentales.

No está muy seguro de la cara que se le quedará a sus médicos cuando sepan que lleva 18 días haciendo el Camino (y antes, para probarse, la ruta portuguesa). «Si sirve para que alguien que está sentado decida levantarse y echar a andar, lo doy por bien empleado», dice Javier, confiado y convencido.