«Tengo 46 años y vivo con mi madre»

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

06 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

n una de las últimas campañas electorales ?ya no recuerdo cuál, fueron tantas? cierto asesor (o asesora) de cierto candidato (o candidata) intentaba dar cuenta del trabajo realizado asegurando: «Estuvimos desayunando en el polígono. Para que conozca a los trabajadores». Ante tan sincera e inconsciente declaración me invadió la congoja. No solo se trataba de que un aspirante a representar a los ourensanos necesitase acercarse a una fábrica para conocer a «los trabajadores». Es que su equipo hasta presumía de ello como si fuera lo más de lo más en estrategia política. Quizás ese sea uno de los problemas de los políticos o aspirantes a serlo. Que solo salen a la calle durante la campaña ?más ahora, en plena dictadura del selfie? y que no tienen ni idea en realidad de lo que ocurre. Conocen, claro está, su propio mundo. Pero en muchas ocasiones (no todas) parece demasiado pequeño, como si su planeta fuera el B 612 de El Principito: algo más grande que una casa, algo más grande que su propia casa.

A esos candidatos que ahora ya sí nos están representando les vendría bien pasarse una mañana, sin campaña ni nada, por la cola del paro como hizo la periodista de La Voz Marta Vázquez esta misma semana. Porque 21.922 parados son muchos, como para volver a sentir congoja, pero poniéndole nombres y apellidos preocupa mucho más. Así, a estas páginas se asomó Jorge, que tiene 19 años y la vida, los estudios y el trabajo por delante. O Miguel, que tiene 25 años, se ha quedado sin empleo y, aunque ha pensado en marcharse, va a intentarlo de nuevo en Ourense. O Carmen, emigrante retornada, que no solo está en la cola del paro, también en la de la morriña. «Tengo 46 años y vivo con mi madre», decía después de explicar a qué trabajos (y a qué futuro) aspira.

Al final, más allá de campañas, programas electorales, estadísticas y observatorios la realidad era eso: lo que cuenta la gente mientras espera en la cola del paro. Sin políticos que los inviten a café.