El acto de afiliarse al PSOE significa algo más que tener un carné. Para aquellos que estamos en las instituciones supone la responsabilidad de no tolerar la corrupción bajo ninguna de sus formas. Ese simple argumento es más que suficiente para entender que facilitar un Gobierno al PP de la Gürtel, Púnica, Palma Arena o Bárcenas es letal para después poder ser el principal partido de la oposición. Estoy convencido de que no hay ningún socialista que desee un Gobierno de Rajoy, como tampoco hay ninguno que se sienta cómodo con un Gobierno de Feijoo o Baltar o del «cacique» de turno (que siguen existiendo, y muchos). Humildemente pienso que no debemos defraudar a nuestros votantes, simpatizantes y militantes. Debemos recuperar nuestros orígenes aportando ideas que ayuden a impulsar una nueva cultura política en nuestras filas, una cultura pluralista y tolerante que ponga por encima lo que nos une. Y estoy convencido de que ningún diputado socialista quiere abstenerse para darle un Gobierno a Rajoy. Cuando nos presentamos a las elecciones, lo hicimos con un no y, por lo tanto, la libertad de voto en conciencia no sería motivo de sanción ni de reproche. Para muchos resulta evidente que, en caso de unas nuevas elecciones, nuestro partido tendría unos peores resultados y el PP, la mayoría absoluta. Esta apreciación interesada es relativa, pues las propuestas para volver a ilusionar a los ciudadanos y transformar la sociedad están en nuestras manos. Y quizás ese es nuestro gran error desde hace tiempo. Por eso yo digo sí a recuperar nuestra esencia y nuestros valores y no a los mismos falsos patriotas que el 12 de mayo del año 2010 decían aquello de «dejad que caiga el país que ya lo levantaremos nosotros».