Excelentísimos señores

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa DE REOJO

OURENSE

17 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca comprendí el motivo por el que, para algunos, el éxito de un acto público se medía según el número de concejales o delegados de la Xunta que se sentaban en las butacas. Si el aforo incluía alcalde, presidente de la Diputación o conselleiro entonces ya -permítanme la expresión adolescente- lo petaba. Sería la crisis (o también que la Xunta tuvo la brillante idea de suprimir la figura de los delegados provinciales y, por tanto, de sus coches y, por tanto, de sus chóferes) pero la tendencia se moderó con el tiempo. Ya no se cortaban tantas cintas ni se servía tanto vino español. Pero ya saben. El que tuvo retuvo. Y todavía es posible ver la primera fila de actos de lo más diverso ocupada por señores que poco o nada tienen que ver con el contenido del mismo. Ocurrió esta semana en la asamblea general de la CEO. Habría que preguntarse si es realmente necesario, o útil, o enriquecedor, que un alcalde, un concejal, un diputado o ¡un delegado de Defensa! acudan a la reunión más importante del año de los empresarios ourensanos. Que no digo yo que no esté bien la convivencia. Pero para eso, casi mejor, se queda un día para comer y se arregla el mundo (que en el caso de Ourense da hasta para repetir postre).

La sensación que transmite es que la asamblea general de la CEO es algo así como el play back de fin de curso: una actuación preparada pensando más en el público que en otra cosa. Es evidente que el trabajo de la patronal se hace a diario, no solo en el día de la función, pero quizás habría que replantearse si tiene sentido. Porque si se quiere hacer honor al espíritu de una asamblea, lo que se celebró esta semana no lo era precisamente. En la asamblea -quien no lo tenga claro que contacte con la marea, que se lo explican enseguida- se reúne un colectivo cuyos miembros hablan, debaten y deciden. Si al total de los asistentes a la última reunión celebrada por la CEO le restamos los que no son empresarios nos queda un puñado de gente. Quizás sería más interesante empeñarse en que los socios llenen las butacas y no tanto en sentar a excelentísimos señores (y pocas señoras) en la primera fila.