Chirimbolos

Pepe Seoane DIAGONAL

OURENSE

14 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni se sabe el tiempo que algunas cabinas llevaban sin uso. De alguna incluso había desaparecido el teléfono propiamente dicho, fruto de la euforia etílica de una noche de mal beber. Hay a quien le da por arrimarse a un árbol o a una pared, pero otros desgraciados la emprenden contra el mobiliario urbano, del columpio al contenedor, del árbol a los bancos de la calle. Las cabinas telefónicas contribuyeron, durante una época que hoy parece muy lejana, a financiar más de un chute. Cuando se hablaba por hilos significaba que en aquel buche podía haber monedas, es decir, un dinerito de fácil socialización con la fría ayuda del destornillador y un golpe de fuerza. Más discreto, sin violencia, un metódico recorrido por las cabinas, con un simple cuelga y descuelga, podía dejar un botín, rácano, pero suficiente, según las necesidades del usuario. Últimamente, ni eso, por lo que las cabinas telefónicas se habían convertido en auténticos chirimbolos, por no decir monumentos al abuso del espacio público por parte de multinacionales sin respeto a la ortografía, o/y ejemplo de desidia por parte de quienes deberían velar por el mejor uso de lo público. Desaparecerán de la vía pública la mayoría de las cabinas telefónicas. No son negocio. Pero no piense el peatón que ganará espacio. Porque ya está en marcha un perverso plan para llenar las aceras con pedrolos en los que plantar hierros y con los que, de paso, poder darse buenos castañazos con la rodilla o la espinilla. No es un castigo. Pinta a conspiración, quizás para dar más trabajo a los sanitarios.