Alos responsables municipales les pasa estos días justo lo contrario que le ocurre a los escolares. Unos empiezan el curso mientras otros, felizmente agotados, lo terminan. En lo que no están tan distanciados es en las notas. Los primeros las recibieron hace nada, vía papeleta, y los segundos las agitan estos días, si son buenas, casi tanto como hacen los que ganan las elecciones, o intentan esconderlas en el fondo de la mochila, como aquellos que fracasaron en la reválida de las urnas.
Andarán con el pie cambiado estas primeras semanas los nuevos alcaldes y los nuevos concejales porque mientras los demás empezamos a entrar en barrena -y esperamos recuperar altura con las vacaciones, para no caer en picado- a ellos se le vienen encima muchas horas de vuelo.
Solo queda desear que a los gestores municipales les dure mucho tiempo ese entusiasmo que los niños estrenan cada inicio de curso, al mismo tiempo que la mochila, y que ellos versionan ahora en los salones de plenos.
Porque sacar adelante muchos ayuntamientos ourensanos -ahí tienen el caso de la capital- requiere muchos buenos propósitos pero sobre todo grandes dosis de acción. Así que crucemos los dedos para que los nuevos gestores se mantengan nutridos de lo primero y alimentados de lo segundo.
Le pedimos muchas cosas a nuestros políticos aunque las importantes se cuentan con los dedos de una mano. La ilusión -llámenme ilusa- debería ser una de ellas.