Lo peor de la campaña electoral (y, a veces, de la vida) es cuando quieren hacerle a uno tonto. Sí, sí. Tonto. Porque uno, como potencial elector, puede ser de muchas maneras: de izquierdas, de derechas, de centro, de pasaba por aquí, abstencionista, indeciso, preocupado, pasota, reflexivo, inconsciente... Casi como en un anuncio de Coca-Cola. Uno, como elector, puede ser incluso tonto. Pero una cosa es serlo y otra cosa es que te la quieran colar. Yo, en la campaña electoral (y en la vida), prefiero que me vengan de frente. Lo pensaba el viernes, con el plazo legal para buscarse los votiños acabándose. En eso estaban, directamente implicados y adláteres, de uno y de otro lado, grandes y pequeños, intentando hacernos tontos a los ourensanos.
A ver si se la metemos doblada y arañamos un voto de aquí y otro de allá. Total, si esta gente no se entera. Algo así debían pensar.
Y es que justo el viernes se producían denuncias, se conocían irregularidades, se daban a conocer comportamiento inadecuados, se difundían reivindicaciones... Todo lo que podía haber pasado los quince días anteriores, el mes previo, lo que llevamos de año... acabó pasando justo el viernes. Qué cosas.
Como está feo señalar con el dedo -sobre todo hoy que usted tiene que ir a votar- no pondré ejemplos. Pero por si acaso, y pensando en los cuatro años que nos aguardan, podemos ir dando un recadito: somos capaces de pensar y hoy, aún con probabilidad de equivocarnos, pensaremos y elegiremos. Pero no somos tontos.