El rural busca sus propios padrinos

María Cobas Vázquez
María Cobas O BARCO / LA VOZ

OURENSE

LOLITA VÁZQUEZ

Jesús Vizcaya fomenta el mecenazgo para sus colmenas y José Galán para olivos centenarios

16 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Nos gustan los huevos caseros. Las patatas de la huerta. ¡Los tomates que tienen sabor! Pero lo de criar gallinas o ponerse a cultivar la tierra no siempre es posible. Por falta de espacio. Por falta de tiempo. Por falta de ganas. Cada uno con sus razones. Pero es evidente que hay una vuelta a la agricultura ecológica, y que esta se ha trasladado al consumo; lo que puede convertirse en un revulsivo de la economía local. Aunque esa vuelta a lo tradicional no tiene que ser necesariamente un regreso al pasado. Las nuevas tecnologías ayudan. Se puede apoyar que otros continúen trabajando en el campo comprometiendo la compra. ¿Cómo? Pues apadrinando. Y además de tener acceso a productos de primera calidad, te permite seguir el proceso cómodamente desde el sofá de casa.

A principios de año Jesús Vizcaya quiso darle un revulsivo a su negocio de apicultura y lanzó la iniciativa Apadriña unha colmea. El procedimiento es fácil. Consiste en un pago anual de 150 euros, que da derecho de inicio a la mitad del dinero en miel. El resto llegará con la cosecha de final de verano. Además, durante el año, el padrino recibe vídeos sobre los cuidados que Vizcaya da a las colmenas, que tiene en los montes de Viana do Bolo. «Quedan asombrados cos vídeos que lles mando, porque ven como se traballa coas abellas, e moitas veces é xente que nunca vira como se fai o mel», cuenta Vizcaya, que ya tiene a una docena de lo que él llama «apicultores virtuales». Les informa cada vez que manipula la colmena, por lo que pueden seguir cómo esta crece, y también cómo es la cosecha. La mayoría residen en Galicia, aunque tiene también padrinos en Panamá o Suiza.

¿Qué gana Vizcaya? Pues la seguridad de unos ingresos fijos, de que la producción está vendida. De momento el número es pequeño, pero va creciendo... El objetivo es llegar a las cien, «para que a explotación vivira disto», explica. Y además de unos ingresos, con su trabajo Vizcaya lucha contra la desaparición de las abejas, fundamentales en la polinización (y, por tanto, para la existencia del ser humano). Explica que cada año mueren entre el 20 y el 30 % de las abejas de cada colmena, algo que achaca a factores externos como los pesticidas, «porque o normal, cando eu empecei nisto, era que morrera o 5 % polos ciclos da vida», señala.

Apenas unos días

José Galán también piensa que hay que luchar por evitar la desaparición de otros seres vivos. Pero Galán no es apicultor. Él impulsa nuevas plantaciones para abastecer su propia marca de aceite. Concretamente, ahora se vuelca en recuperar los olivos olvidados, que muchas veces están escondidos entre la maleza, y que pese a no recibir cuidado alguno, todavía siguen produciendo aceitunas. «Siendo olivos que están desde hace 300 o 400 años, me da pena que estemos plantando 500.000 o 600.000 que puede haber en Galicia, con variedades foráneas», cuenta. Cree que eso choca «con el amor a lo nuestro» y por eso se ha marcado como objetivo «recuperar lo nuestro», en concreto, los olivos centenarios que hay en el valle de Quiroga, en el sur de Lugo, y también en las comarcas limítrofes al norte de Ourense.

Asegura haber encontrado ejemplares de dos especies autóctonas, mansa y brava gallega, en proceso de registro y catalogación por parte del banco mundial de germoplasma del olivo de la Universidad de Córdoba, tras un estudio del campus de Ourense que avala la alta calidad de sus aceites. Y además de cultivar plantas de ambas especies in vitro, ahora quiere recuperar las que hay. La fórmula escogida ha sido la del apadrinamiento. «Llevamos apenas dos días, y ya tenemos cinco padrinos», indica Galán, que considera que es un buen ritmo. De hecho, esa cifra es del jueves, así que hoy podrían ser más ya. Están en O Ermidón, en Montefurado (Quiroga), en una finca en la que tiene 65. «Yo calculo que hay sobre unos mil olivos en estas condiciones -señala Galán-, y a mí ya me han ofrecido 23 parcelas con un mínimo de 5 cada una».

Apadrinar un olivo centenario cuesta 75 euros al año. A cambio, el benefactor recibe en su casa 12 litros de aceite de oliva virgen extra, que, advierte Galán, al menos en los primeros años no será del olivo en cuestión, pero sí de primera calidad. Es un aceite con un precio de 33 euros, al que se suman los 8 euros del transporte hasta el domicilio del padrino. Los 34 restantes, explica el empresario, ayudan a recuperar el olivo y sufragar los trabajos agrícolas, como la roza, la poda o los fertilizantes. De todo ello, el padrino recibirá información a través del correo electrónico. Y podrá visitar su olivo, del que le dan las coordenadas y que está identificado.