La lucha de Felisa por ser española

Marta Vázquez Fernández
marta vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Miguel Villar

Una guineana ciega graduada en Derecho no logra la nacionalidad pese a llevar 15 años en España y deberá regresar a su país en unas semanas

07 sep 2014 . Actualizado a las 07:25 h.

Ha pasado la mayor parte de su vida en España pero eso no le da derecho a tener la nacionalidad y, si nada cambia, en unas semanas deberá volver a Guinea. Es el país en el que, hace 24 años, nació Felisa Nchama Alogo, pero en el que solo residió hasta los 9. Ciega debido a una enfermedad ocular que no fue tratada debidamente, a esa edad se trasladó a España con ayuda de la oenegé Aldeas Infantiles.

Ahora, a punto de finalizar sus estudios de Derecho en el campus de Ourense, donde tan solo tiene pendiente presentar el proyecto de fin de grado, ya piensa en que tal vez tenga que hacer las maletas de forma definitiva. La enorme ilusión que vivió hace unos meses cuando participó en la ceremonia de graduación de su facultad junto al resto de sus compañeros, se ha convertido ahora en una tremenda incertidumbre. Ella no quiere marcharse.

A esta situación casi desesperada ha llegado porque los trámites legales que se siguieron en su caso no fueron los adecuados. «Cuando llegué a España con Aldeas Infantiles no me tutelaron y por eso todo este tiempo vivido aquí no me vale de nada ahora», explica la joven. Como muchos otros niños de África, ella llegó para operarse de la vista, dentro de un programa de ayudas que preveía que los pequeños, tras recuperarse, regresasen a sus países de origen. Con ella no se cumplió esa predicción. Felisa nunca pudo recuperar la visión así que se quedó a vivir en el país, hasta el año 2009.

«Entonces el programa con el que yo había venido a España se terminó y tuve que volver a Guinea, pero allí no estaba contenta porque apenas hay posibilidades de futuro para una persona ciega como yo, así que poco tiempo después me pude venir de nuevo a España con una tarjeta de estudiante. Fue gracias a eso que tuve la oportunidad de formarme y de poder estudiar una carrera universitaria».

Cinco años sin respuesta

Pero esa tarjeta de estudiante ya no le será renovada a la joven cuando finalice sus estudios y pese a los intentos por conseguir la nacionalidad, no lo ha logrado todavía. Ni siquiera ha recibido respuesta a la petición que hizo hace ya cinco años, cuando la solicitó por Carta de Naturaleza, una fórmula que tiene carácter graciable y se otorga discrecionalmente por el Gobierno mediante Real Decreto, tras valorar la concurrencia de circunstancias excepcionales que la justifiquen. «Nunca me contestaron, la verdad es que me siento ignorada», explica la joven, inquieta por lo que pueda ocurrir. «Mi ilusión era buscar un futuro en España, porque en Guinea en mis condiciones sé que no voy a tener posibilidades, estoy muy preocupada por lo que pueda pasar», explica.

Otra vía para conseguir ser ciudadana española de pleno derecho sería que Felisa lograse un contrato laboral, pero ese camino tampoco lo tiene nada fácil pese a contar con una carrera universitaria. A efectos legales y a pesar del tiempo pasado en España, es como una extranjera sin papeles. «Para que me contraten, necesito tener una tarjeta de residencia, y no la tengo», lamenta.

Así que por ahora ve cerradas todas las puertas que le podrían franquear el paso a un estatus que para ella es casi un sueño. «Llevo quince años en España, han sido los más importantes de mi vida, digan lo que digan las leyes yo me considero española», advierte Felisa, que en su lucha cuenta con el apoyo de sus compañeros de facultad del campus ourensano, que desde hace unas semanas están intentando que el caso salga a la luz pública y que las autoridades hagan algo para impedir que finalmente tenga que marcharse en contra de su voluntad. «Creemos que esto es una injusticia», asegura Mercedes Carballo, una de sus compañeras.

«No me voy a quedar quieta»

Todos saben que no será fácil y se sienten impotentes ante un aparato administrativo que no se ha detenido para conocer el caso de Felisa. Ella reclama su derecho a, por lo menos, tener una oportunidad y tiene claro que, como ha hecho a lo largo de toda su vida, luchará por lograr su objetivo. «No me voy a quedar quieta», señala.