«Cuando esperas un trasplante aprendes a valorar el día a día»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

Enganchada a una máquina cuatro horas diarias, tres días a la semana

12 mar 2014 . Actualizado a las 07:25 h.

Mari Luz Grande Blanco habla de su vida como enferma del riñón con la entereza y la naturalidad de quien prácticamente no ha conocido otra cosa. Con once años se fue a Barcelona para comenzar la diálisis. Por aquél entonces era un servicio del que Ourense no disponía.

«Eran métodos que nada tienen que ver con lo actual; ahora estás mucho menos tiempo y además no sales ni la mitad de cansada. Yo voy por las tardes, aprovecho para corregir exámenes o preparar con el ordenador temas, y al día siguiente a las ocho de la mañana ya estoy en el colegio para dar clase tan tranquila», cuenta.

Esta profesora ourensana, miembro de la congregación de Misioneras del Divino Maestro, tiene en la actualidad 50 años y está a la espera de un donante. Pero no será su primer trasplante. Hace más de 38 se convirtió en una de las primeras personas que recibió en España un riñón de donante vivo. Era, por aquél entonces, una modalidad incipiente y, de hecho, su intervención se produjo durante un congreso internacional y fue retransmitida para que otros cirujanos pudiesen seguirla.

«Me lo donó mi madre y estuve con ese riñón 20 años, haciendo vida totalmente normal, sin depender de la máquina, pero luego lo perdí. Cuando te pasa eso es un verdadero palo para la moral» reconoce. A ella le ocurrió dos veces. Año y medio después de volver a engancharse a la máquina de hemodiálisis llegó el segundo donante compatible. «En este caso era un riñón de cadáver, de un hombre de 60 años que falleció de infarto cerebral. Con él viví once años», señala. Mari Luz asegura que no hay palabras para agradecer la generosidad del que dona y reconoce que cada vez que ve pasar una ambulancia no puede evitar preguntase si la persona que va dentro es donante de órganos.

Mientras su tercer riñón no llega, Mari Luz lleva con espíritu positivo la espera. «Mi ritmo de trabajo es normal. Doy las clases que me corresponden e incluso tengo la suerte de que las reuniones de profesores que tenemos por la semana me las han puesto el día que no tengo diálisis, pero es cierto que te limita en algunas cosas la vida. Si tienes que ir a una reunión y desplazarte tienes que buscar el sitio donde puedan hacerte la diálisis; y luego esto no sabe de vacaciones o de festivos. Si toca ir, toca ir».

No se queja de la estricta dieta que debe seguir, ni de la medicación que debe tomar, ni siquiera de la dependencia de la máquina. «Al final todo tiene una parte positiva, porque la enfermedad también te ofrece aspectos como el conocer a otra gente, el aprender a ver la vida desde otras perspectiva, más en lo esencial», explica.

Mari Luz señala que este tiempo de espera le ha enseñado a «disfrutar de las cosas pequeñas. Cuando esperas un trasplante valoras más el día a día y aprendes a vivir el presente». Eso sí, apunta que ella cuenta con una ayuda extra para mantener el ánimo: «Soy creyente y esa fe es para mí un puntal muy fuerte. Me da un plus para asumir la situación con alegría».