Los mercadillos de las ciudades ganan cada vez más adeptos. Las razones están más que claras. Rebuscando en las montañas textiles de los puestos pueden encontrarse auténticas gangas. Alfredo Rosillo lleva veinte años vendiendo ropa junto a su familia. Dice que la prenda estrella son las camisetas básicas de tres euros, pero además, por solo quince euros podemos llevarnos dos vestidos veraniegos. Algunos aprovechan para practicar la táctica del regateo, aunque la mayoría considera que no es algo lícito, porque los precios ya son lo suficientemente bajos. Es el caso de Isabel García, madrileña, que aprovecha sus vacaciones en Ourense para darse una vuelta por el parque Barbaña. «Está en un ambiente espectacular, al lado del río y no en el asfalto, como en Madrid. Si buscas bien, encuentras lo que quieres mucho más barato que en las tiendas convencionales», asegura. Los feriantes se dejan la garganta pregonando sus últimas ofertas con el fin de liquidar las prendas de un agosto que está llegando a su fin. Destaca entre ellas el bikini elegido por Belén Esteban, que en lugar de ser blanco, se vende en colores flúor. Vestir de arriba a abajo y a la moda por menos de veinte euros hoy en día es posible.
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