«Nuestra labor es ser el hombro en el que apoyarse y llorar»

Fina Ulloa
FINA ULLOA OURENSE / LA VOZ

OURENSE

PABLO ARAUJO

Tres ourensanos del equipo de emergencias de la Cruz Roja atendieron a las familias de las víctimas del Alvia

30 jul 2013 . Actualizado a las 07:20 h.

A las 20.41 horas del miércoles 24 de julio, Jesús Carballo estaba jugando un partido de tenis con sus hijos, Natalia Belmonte se disponía a preparar la cena para la familia y Mónica Devesa disfrutaba de una barbacoa en casa de unos amigos. Ninguno terminó lo que estaba haciendo. Minutos después, una señal en sus móviles les activó como miembros del Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) de la Cruz Roja. Primero se mantuvieron en prealerta y luego recibieron la orden para partir hacia el edificio Cersia, en Santiago, con la misión de de unirse a los equipos de apoyo psicosocial que atendían a los familiares de las víctimas de la tragedia.

«El operativo funcionó bien; según llegamos pasamos a una sala en la que nuestro jefe de equipo nos explicó cómo estaba la situación, para tener todos los datos que necesitas y ayudar lo mejor posible; desde explicarte de las salas disponibles para atención más personalizada si es necesario al listado de hoteles con habitaciones disponibles para que las asistentes sociales puedan derivar a los familiares que deseasen descansar un poco, o incluso quién hacía esos traslados, con cuantos coches y cuantas plazas para llevarlos», narra Jesús.

A partir de ahí, las tres de la madrugada del jueves 25, los tres miembros de la Cruz Roja de Ourense se separaron para trabajar cada uno con el equipo asignado. «Nuestra labor se resume fácil: somos el hombro en el que apoyarse o en el que llorar», explica Carballo. El psicólogo recuerda que el abordaje más complejo «es esa gente que ves que incluso rechazan en primer momento la ayuda, que no estalla, que no llora, que está en una tensión contenida».

Para él y Mónica no era la primera vez. Entre ambos acumulan una larga experiencia. En los últimos años han estado, juntos o por separado, en la tragedia del Orzán, el tren descarrilado de Palencia, el terremoto de Lorca, el accidente de autobús en Boborás, el naufragio del buque Bahía, o el estallido de la pirotecnia. Aún así, reconocen que cada emergencia les genera un nerviosismo que sólo se calma al entrar en acción. A partir de ahí, solo las víctimas cuentan.

Para Natalia era su primera intervención desde que entró en el ERIE de la Cruz Roja. «Los simulacros ayudan, pero yo llevaba miedo a no hacerlo bien, a equivocarme en algo, aunque el hecho de saber que ellos estaban allí me daba seguridad», confiesa. «En el viaje de ida íbamos pendientes de la radio para hacernos una idea de lo que nos encontraríamos y hablamos poco, pero en el de vuelta vinimos en completo silencio», recuerda.

Regresaron a descansar a mediodía del jueves. «Realmente no descansas; llegas pasado de vueltas y no eres capaz de relajarte», apunta Mónica. El viernes volvieron a incorporarse para otra fase, si cabe más dura, de acompañamiento para la identificación de fallecidos. «El día que llegué me impresionó el silencio de aquella sala, con tanta gente que no sabía nada de sus familiares».

«En el viaje de ida íbamos pendientes de la radio y hablamos poco; pero la vuelta la hicimos en silencio»

Natalia Belmonte

«Lo más complejo es esa gente que no estalla, que no llora, que está en una tensión contenida»

Jesús Carballo

«Me impresionó el silencio de aquella sala, con tanta gente que no sabía nada de sus familias»

Mónica Devesa