«Los jóvenes saben qué quieren ser de mayor. A mí no me ocurrió»

Cándida Andaluz Corujo
cándida andaluz OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

El escultor viaja a su juventud para recordar sus pasos en el arte

31 mar 2013 . Actualizado a las 13:00 h.

«Durante mi infancia vinimos muchas veces aquí con mi padre, en estas fechas, para hacernos fotos». El escultor Ramón Conde se traslada a su niñez al pisar los jardines del Padre Feijoo. Con nostalgia recuerda, también, que era el lugar en el que se hacía las fotografías del colegio, junto al resto de sus compañeros. «Ahora muchos niños y jóvenes saben lo que quieren ser de mayor. A mí eso no me ocurrió», dice, aunque recuerda que desde su infancia el arte estuvo muy presente en su familia. «Tenía primos con gran afición artística y musical». Se interesó de joven por los sueños y los viajes, que reflejaba en los dibujos que hacía, pero no fue hasta su llegada al colegio Cardenal Cisneros, y su encuentro con el profesor José Luis López Cid, cuando encontró un camino. «Fue un catalizador extraordinario», subraya. Tenía 18 años y el psicoanálisis y la filosofía crearon afición en él. No se consideraba academicista y ni siquiera el aprendizaje técnico le llamaba la atención, pero se inscribió en la Facultad de Filosofía e Historia de Santiago. Allí acudía a las clases que le interesaban. «Utilizaba el autoaprendizaje. Iba a la facultad de Medicina a algunas clases y compraba muchos libros». No acabó la carrera, y a su regreso a Ourense de la mano de otros artistas con los que compartía tertulias, hizo su primera exposición. Fue en el Museo Arqueológico y corrían los años 70. Tras otras muestras se desplazó a Madrid, a Arganda del Rey, en donde a cambio de trabajar algunas horas, podía fundir piezas. Regresó a Ourense al año siguiente y alquiló un estudio. «Muy cerca de aquí. Por eso esta zona me trae muchos recuerdos», prosigue. Eran finales de los años setenta y Ramón Conde iba perfilando su estilo. «Fui poco a poco abandonando la pintura y me centré en la escultura. No llega porque se busque. De repente te ves inmerso en ella. Estudié los volúmenes, la masas, su distribución...». En esta época Ramón Conde ewmpieza a trabajar con una galería de Madrid. Comienzan las exposiciones por toda Galicia y el cambio decisivo llega en 1986. Tras una exposición en el Kiosco Alfonso de A Coruña le encargan la primera gran obra para un colegio en esta ciudad. En Ourense su obra no cuajaba, quizás porque es ese momento había nombres artísticos muy importantes. En A Coruña encuentra su espacio, de la mano de Paco Vázquez, hasta que el alcalde ourensano, Manuel Veiga Pombo, le reclama. Le encarga el monumento a Valle Inclán y Ramón Cabanillas. Y con Manuel Cabezas realiza su obra más emblemática en la ciudad: La Lechera. «De alguna manera hubo un cambio bestial en el mundo del arte. Se rompió la cerrazón que impedía que un artista no pudiera exponer más que en su ciudad». El resto de la historia del niño de los jardines del Padre Feijoo se resume en sus obras, expuestas hoy por toda Galicia.

ramón conde