Los buenos

Ruth Nóvoa H

OURENSE

11 sep 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

ace apenas dos semanas que se fue y uno sigue teniendo la sensación de que en cualquier momento, si cruza el puente romano, se lo puede encontrar y echar con él una parrafada.

Con la muerte de personas como Pepe Perla uno piensa: «Siempre se van los buenos». Pero no es exactamente así. Se van los malos y se van los buenos pero a los primeros se les olvida y a los segundos es imposible no recordarlos.

José Lorenzo Doallo, Pepe Perla, fue un hombre entusiasta y comprometido. Fue un hombre honrado. Y por eso ya forma parte de la historia de esta ciudad pero también de otras muchas historias, más íntimas y más personales. Igual de importantes. Esas historias que tanto le gustaba contar (la del caballo del Rey durante la mili, en la que coincidieron, era de las antológicas) seguirán vivas mucho tiempo. Seguirán vivas mientras las relaten aquellos a las que él se las contó algún día. De eso nos encargaremos los que lo conocimos. Especialmente, los suyos, que a orillas del Miño le contarán a su nieto Fernando (y a los que están por venir) quién era su abuelo y por qué la gente lo quería.

A estas alturas pueden estar seguros de que, allá donde esté, ya ha organizado una liguilla de baloncesto. Y creo que no me equivoco si digo que en ese lugar al que se marchó ya ha solicitado que el 25 de julio sea fiesta, como en su barrio. En poco tiempo tendrá hasta las orquestas contratadas. Y las piezas que toquen serán, evidentemente, música celestial.