uen rollito, precisamente, no es lo que hay en el campus. Al menos da esa impresión. Puede que al caso de plagio se le acabe cayendo el adjetivo de presunto. O puede que pase a la historia universitaria local, simplemente, en forma de lección: cómo usar Microsoft Word y sus herramientas de cortar y pegar.
La manera de proceder en la redacción de la investigación, en todo caso, no constituye un modelo de comportamiento. Flaco favor nos hace a todos que haya alumnos que piensen que si esa es la manera de trabajar de sus profesores ellos pueden perfectamente acabar la carrera a golpe de Wikipedia.
Pero aquí hay más de un comportamiento humano que analizar. ¿Por qué ha trascendido este caso y no otros que, a lo peor, se han producido en el campus? Y es que aunque el interés informativo es evidente, los rumores en As Lagoas indican que en las últimas semanas hay quien pasa más tiempo escribiendo correos comunitarios sobre el asunto que corrigiendo exámenes o dirigiendo tesis.
Aquellos que no dejan de hablar del tema, ¿quieren barra libre de luz y taquígrafos o que solo se ilumine esta caso? ¿Abanderan la profesionalidad del campus o agitan sus intereses personales?
Quizás la explicación (al ambiente, que no al error de quien dirigía el trabajo) se encuentre en una sensación que tengo desde hace tiempo. En la universidad hay quien tiene demasiado tiempo libre. Luego ya está lo de la mala leche. Pero eso es otra historia.
B